En una nueva edición de Las Voces Contadas, Ricardo Lezón charla con la ilustradora Laura Agustí, que ha ilustrado la portada del disco de recopilación de McEnroe y con la que ha publicado el cuento ilustrado Historia de un Principio. Sin duda, una creativa referente que asegura que la música le acompaña y le sigue en todo.

No recuerdo hace cuánto tiempo que conozco a Laura, tampoco dónde le conocí, y esto sucede porque la sensación de que nos conocemos desde siempre se ha apoderado de todo. Aragonesa como yo, aunque yo lo sea por accidente y no pueda alardear de ninguna de sus virtudes porque apenas he pisado Aragón para nada mas que nacer y cantar (pocas razones mejores en realidad ). Ella, sin embargo, además de poder, quiere volver y vuelve a sus orígenes de pueblo turolense donde vivió la infancia inspiradora de la que tanto me ha hablado y que tan presente esta en su trabajo.
Acogedora, amable, risueña, curiosa y cuidadosa, nos une una amistad de la que estoy muy orgulloso y contento y que ha ido creciendo con el tiempo a través de una distancia física casi imperceptible. Nos unen muchas cosas bonitas, el amor por la música, por ejemplo, ¿ qué haría yo sin sus recomendaciones y hallazgos?, por las letras y la belleza. He tenido la inmensa suerte de que haya ilustrado la portada del disco de recopilación de McEnroe y la más inmensa aun de haber publicado con ella un cuento ilustrado Historia de un Principio.
Laura, una de las ilustradoras más grandes del globo me recibe con una sonrisa, como siempre.
Laura Agustí: Las entrevistas se me dan muy mal. Me pongo nerviosa.
Ricardo Lezón: Esto no es una entrevista, es una conversación entre amigos.
LA: En las presentaciones de los libros siempre estoy nerviosísima por dentro, pero luego me dicen que por fuera no se nota, menos mal. Hablar delante de la gente siempre me da vergüenza, pero cuando les estás firmando el libro y te hablan más de tú a tú, entonces es genial.
Laura está a punto de publicar nuevo libro que ha ilustrado para una autora italiana, después de su libro Historia de un Gato en el que cuenta con palabras e ilustraciones su historia con Oye, el gato con el que compartió casi veinte años. Un libro tan emocionante como elegante que le sirvió para cruzar el duelo de su perdida.
LA: Me ayudó a superarlo y ahora está ayudando a otra gente a superar sus procesos. Porque cuando mi gato murió fue un dolor inmenso, y mira que yo venía mentalizándome porque él llevaba tiempo enfermo. Acompañar a un animal en la enfermedad es una angustia increíble, cada día que te levantas hay darle la medicación, controlar que coma… Ves cada día como se va apagando. Empecé a leer libros sobre duelo, porque el dolor por la pérdida es casi igual de intenso que cuando se va un familiar.
En el libro intenté recopilar las fases del duelo entre otras cosas, y me ha escrito mucha gente agradeciéndome por contarlo porque se habían sentido identificados y comprendidos. Eso ha sido lo mejor y algo que no me esperaba. Al final son cosas súper personales, y cuando lo estás haciendo no estás pensando en cómo lo recibirá la gente, lo estás haciendo porque te has comprometido con eso, porque lo quieres y porque para tí, en cierto modo, es algo terapéutico.
RL: Y ahora, ¿nervios por la próxima publicación?
LA: Ahora mismo no, porque tengo muchas ganas. Creo que es porque todo es muy lento… Si entregases los archivos y te llegase el libro al día siguiente… pero como tarda en producirse dos o tres meses ya has tenido tiempo a dejar un poco la idea de lado, ya no es todo tan intenso.
Cuando estás tanto tiempo tan metida en un proyecto, lo entregas y te liberas. Luego te llega el libro tres meses después, pero tú ya no estás en esa vorágine, ya estás a otra cosa, ya estás en lo siguiente. Lo que estás esperando es ver cómo lo recibe la gente. Solo hay un poco de ese sentimiento que aparece cuando crees no saber cómo resolver algo, y piensas «¿para qué me he metido en esto?»
RL: Ya, lo conozco, pero es bonito pensar que detrás de esa sensación llega siempre la del asombro de ir viendo como todo encuentra su sentido, cuando un día vas a tocar por ahí y te viene alguien y te cuenta algo que le pasó con una canción, y te viene como todo el sentido de golpe, y te dices «qué bien que sí lo haya hecho».
Divagamos un rato más sobre el consuelo de encontrar los porqués de meterse a dibujar o a hacer canciones mientras y le pido que me cuente cómo empezó todo para ella. Pone cara de viajar en el tiempo y sin dudar me cuenta su historia.
LA: Empecé de niña, como todos, pero nunca lo he dejado. En mi casa, siempre se potenció mucho el tema de que dibujáramos. Mi madre no nos dejaba ver mucho la tele, y nos sentaba frente a una mesa con muchas pinturas y papeles.
Yo tenía súper claro que iba a estudiar Bellas Artes desde los ocho años. Mi tía tenía una amiga que era pintora y lo veía como «jo, qué guay, ¿para qué hacer otra cosa? Esto es maravilloso y parece que se me da bien». Así que estudié la carrera y fueron unos años increíbles, me lo pasé súper bien y conocí un montón de gente que todavía conservo.
Cuando terminé la universidad pensé: «igual lo mejor es hacer un máster en diseño gráfico y ser diseñadora». Tenía 23 años y me vine a Barcelona, como tanta gente hizo en esa época. Pero el máster costaba tanto dinero que no podía pagarlo, entonces empecé a trabajar en el Corte Inglés vendiendo ropa de Quiksilver. Y después de tres años vendiendo camisetas y sin poder ahorrar para el máster, me di cuenta que se me estaba olvidando el diseño gráfico, y dije «¿y ahora qué hago?» y me puse a estudiar Interiorismo porque siempre era algo que me había apasionado.
Lo malo fue que lo hice en muy mal momento ya que cuando acabé de estudiar justo estalló la crisis de 2008 y la mitad de los estudios de Barcelona cerraron. Eché como 150 currículums de los que apenas tuve respuesta. Diez de ellos me contestaron que no, pero tuve la suerte de que me contrataron al único que fui a hacer una entrevista. A los tres meses de empezar, mi jefa se cogió una baja por depresión y me pusieron en su lugar. Fue muy intenso y aprendí mucho, pero el cuerpo empezó a decirme cosas. Trabajaba un montón de horas y al llegar a casa me ponía a pintar o dibujar, yo no puedo estar sin hacer algo creativo porque me mustio como las flores arrancadas.
«No puedo estar sin hacer algo creativo porque me mustio como las flores arrancadas»
Laura Agustí
En un momento en el que crecer en las redes sociales no era tan complicado como ahora, poco a poco fui subiendo los dibujos que hacía a Instagram y la gente empezó a hacerme encargos. Estaba tan agobiada con el trabajo en el estudio de arquitectura que lanzarme a la piscina del mundo de la ilustración me pareció muy buena idea. Aún teniendo poco dinero ahorrado pensé: «no me voy a quedar sin intentarlo, si sale mal vuelvo al Corte Inglés o me busco un trabajo de camarera o de cualquier cosa, da igual, pero voy a intentarlo».
RL: Es curioso esto. Porque aquí está muy separado lo de tener un trabajo que te da cierta estabilidad pero que te machaca la vida y otro que es bueno, voy a hacer lo que yo quiera pero me lanzo a una inseguridad enorme, y para mucha gente está mucho peor visto el de me lanzo a hacer lo que a mí me hace feliz,… Se ve como la locura y lo otro se ve como lo normal, lo racional. Suena inocente decirlo pero nunca me he acostumbrado a eso.
LA: Sí, cuando tomé la decisión estaba muy mal. Era un trabajo muy top pero sólo pensar que pasaría ahí toda la vida me daba una ansiedad impresionante. «Yo no quiero esto», me decía. Mi cuerpo me está diciendo que no. «¿Y qué te vas a ir a hacer dibujos de animales a gente?» Sí, porque me lo están pidiendo.
RL: Y te lo estabas pidiendo tú, que era lo más importante.
LA: Sí, y también te digo que la gente de mi alrededor me estaban viendo tan mal que enseguida me apoyaron. En ese momento tenía 32 años y me decía «¿cuándo lo voy hacer sino? ¿cuándo esté amargadísima? No, pruébalo». Empecé con los dibujos por encargo y con una lista de espera que no paraba de crecer.
Hice la tienda online y empecé a vender por todo el país, pero también al extranjero. De repente mis dibujos llegaban a sitios donde no habría imaginado que pudieran estar. Fíjate si han llegado lejos que mi último libro se ha traducido a ocho idiomas y estoy muy contenta, van a conocer mi pueblo en todos lados.
RL: Y eso es el éxito, ¿no? Sobre todo por eso que tú has dicho «yo no sé estar sin dibujar».
LA: Sí, para mí la vida que llevo es un sueño. Me despierto, voy al gimnasio y estoy todo el día dibujando.
RL: ¿Y cómo has hecho para estructurar eso? A veces no es sencillo imponerse una disciplina propia.
LA: Soy súper disciplinada. Siempre había trabajado para otros, y cuando dejé el trabajo de Interiorismo y empecé como freelance, me apunté al gimnasio. Desde entonces, me despierto, voy al gimnasio, vuelvo a casa y ahí empieza mi jornada laboral. Intento tener una jornada «normal», pero me cuesta parar porque, aunque trate de imponerme un horario, por la noche me voy al sofá a ver una serie y acabo dibujando con el iPad. Si no estoy dibujando para la entrega que tengo, estoy practicando para tener ilustraciones de recurso.
RL: ¿Y el placer? ¿Sigues dibujando por placer?
LA: El placer lo tengo cuando cambio de técnica. Cuando nos vamos de escapada a los Pirineos pinto con acuarela, acrílico o incluso tengo arcilla para modelar. Pero de normal casi siempre estoy trabajando en algún proyecto. Me gustaría tener más tiempo de ocio del que tengo. Ahora muchos ilustradores andan muy angustiados con el auge de la Inteligencia Artificial, las cosas que se están haciendo son impresionantes pero también da un poco de miedo.
RL: Sí, da un poco de miedo todo eso. Pero yo también tengo esperanza, porque hay una parte como más del alma de cada persona, que no es posible que ninguna Inteligencia Artificial pueda recrear.
LA: Sí, tienes razón. Antes cuando veía que alguien me había copiado en algo me angustiaba un montón, pensaba en todo el tiempo que yo había puesto en crearlo, etc. Ahora casi no me importa porque la copia no se puede mantener mucho en el tiempo ya que nuestros estilos van evolucionando, creciendo y está influenciado por lo que vamos viviendo, por las cosas que nos pasan, y eso es único, ¿no?
RL: Sí, y eso nos debería defender de la Inteligencia Artificial también.
LA: Sí, aunque es un futuro un poco incierto.
RL: Tú eres más joven que yo, pero muchas veces yo también me pregunto cómo hacíamos las cosas antes de todo esto. Con la música me pregunto cómo hubiésemos hecho esto mismo antes de internet y antes de Instagram. ¿Tú con la ilustración cómo hubieses tenido que hacer?

LA: Sí, yo he tenido una vía muy rápida con las redes sociales. Yo no sabía que quería hacer ilustración editorial, ha sido la vida un poco la que me ha llevado por este camino. Si lo hubiese sabido, supongo que el camino correcto hubiese sido hacerme un portfolio y tocar la puerta en las editoriales y mostrar que tu trabajo vale.
RL: Con las redes, en el mundo de la música se ha abierto todo mucho. Pero también, por otro lado, creo que le han quitado algo… Se ha convertido todo en algo un poco efímero.
LA: Ya. Pero, por ejemplo, tú y yo nos conocimos porque yo subí un video a Facebook. Y conocí McEnroe porque soy muy inquieta musicalmente, no se estar en silencio.
RL: ¿Crees que lo que escuchas se une de alguna forma con tu forma de ilustrar?
LA: Sí, en todo. La música me acompaña y me influye en todo. Si tengo un buen día, si tengo un mal día. Siempre. Y obvio que eso se traspasa a lo que haces. Tengo muchos dibujos que cuando los veo me acuerdo de lo que estaba escuchando en el momento de hacerlos y es que es imposible que no se contagie, todo se conecta. Para mí es súper importante. Me encantaría hacer más cosas a nivel música, he hecho muy poco, lo que hice con vosotros y alguna cosita más pero me fliparía hacer mucho más.
«La música me acompaña y me influye en todo»
Laura Agustí
RL: ¿Y estás atenta del mundo de la ilustración a cosas que están haciendo otras personas?
LA: Sí, soy muy de investigar y encontrar gente nueva. Mi casa es como una especie de museo, me gusta mucho comprar obra de otros ilustradores. Viendo lo que se hace también se te mueven dentro cosas, se te ocurren ideas, todos nos nutrimos de todos. Me gusta mucho hacer proyectos colaborativos. El último libro en el que he colaborado, Las Mujeres detrás de Picasso de Eugenia Tenenbaum, lo he hecho con otras compañeras y ha quedado genial.
RL: ¿Cuánto de ti hay en los dibujos, cuánto reconoces? Yo me acuerdo cuando he ido al pisquiatra, el primer ejercicio que me mandó fue escribir mi vida en un folio y al día siguiente que se la leyese en voz alta. Y la impresión es enorme, estás ahí como sacando y escucharlo. ¿Eso te pasa con los dibujos un poco? ¿Es como sacar una parte de ti o es más como ficción?
AL: Yo creo que en mis dibujos hay mucho de mí porque al final es algo que estoy haciendo con mi mano. ¿Cómo son mis dibujos? Super detallados, y mi casa es igual, yo soy súper detallista. No podría hacer abstracto viviendo así como vivo. Así que sí, cuentan mucho de mí.
RL: Te preguntaba por si has notado alguna diferencia entre escribir y dibujar. Si notas que en alguna de las dos te sientes que te desnudas más. Para ti dibujar es tu lugar, yo estoy más resguardado cuando hago canciones que cuando escribo.
AL: Claro, cuando escribes estás mucho más expuesto. Sobre todo cuando estás hablando de tí. Me pasa lo mismo con mis dos libros, en el primero Gatos en la cabeza hablo de cuando mi abuela tuvo alzheimer, de cuando lo dejé con alguien y otras cosas muy personales.
RL: Eso con un dibujo no lo sientes.
AL: No, no tanto. Yo puedo contar algo con un dibujo, pero no es todo tan evidente, está todo más camuflado. Tú con las canciones también, ¿no?
RL: Sí, con las canciones está más camuflado.
AL: Sí, pero estás contando mucho. Y esas emociones son las que conectan con la gente que las escucha.
RL: Sí, tú le llamas camuflado, yo lo siento más como resguardado. Estás contando cosas muy potentes en el fondo. Me da mucha gozada escuchar que tu vida es un sueño. Yo a veces me agobio por dinero, por cosas, y a veces nos olvidamos de eso.
AL: Sí, pero es que yo soy una persona feliz y siempre lo digo. He tenido una infancia dura y muchos momentos muy difíciles, pero soy optimista. Cuando tenía el trabajo de Interiorista, me llevaba súper bien con el fundador, que ahora tiene 90 años. Es un hombre muy creativo y le encantaba pintar, pasábamos horas y horas hablando de arte y algunos sábados nos íbamos al almacén de muebles a pintar cuadros enormes.
Un día hablando le dije que yo era una persona muy feliz y él se sorprendió mucho y me dijo «la gente nunca dice que es feliz». Después de cuatro años en ese trabajo con poco tiempo para dibujar y con tanto agobio y estrés me di cuenta de que ya no estaba siendo feliz, así que me agarré a esa frase para tomar la decisión de irme y luchar por mi sueño.
RL: Es muy bonito escucharlo y decirlo así tan simple. Este es un momento de mucha queja, nunca había escuchado a la gente quejarse tanto, y me incluyo.
LA: Sí, además es que la frecuencia de la queja se vuelve en un estado constante.
«La frecuencia de las quejas se vuelve en un estado constante»
Laura Agustí
RL: Sí, el conectar con «esta es la vida que quería». Una de las cosas que más me ilusionan es mirar el día y decir «yo este día lo puedo rellenar como quiera». El tener el control de tu vida.
LA: Totalmente de acuerdo, exacto, el control sobre tu vida. Mira, yo cuando tenía ese trabajo dormía fatal, me despertaba muchas noches pensando en problemas del curro. Ahora suena el despertador y si quiero puedo quedarme un poco más descansando: ¿Qué más da si voy media hora más tarde al gimnasio? Puedo elegir quedarme acariciando a mis gatas media hora en la cama, ¡puedo hacerlo! esto para mí es ser afortunada, poder estar media hora más en la cama acostada leyendo y no tener ninguna prisa.
Podría estar hablando con Laura mil horas, de hecho espero que nos queden muchas más de mil de conversación. Seguir recibiendo esos wasaps con enlaces que me llevan a canciones bonitas. Este mes la editorial Lumen publica Cómo domesticar a un humano, libro escrito por Barbara Capponi e ilustrado por Laura. Su carrera avanza ligera, segura y elegante como sus dibujos rebosantes de un romanticismo tan auténtico como ella y de la alegría de quien ha encontrado su lugar en el mundo, lo sabe y lo agradece.