Hablé con el escritor gallego durante dos horas que se disolvieron sin darnos cuenta. Sobre el oficio, el éxito, el fracaso, la realidad, el sueño y el narcisismo de nuestros tiempos.
Conocí a Juan en mayo del pandémico 2021. Fue en una Málaga esplendorosa en su primavera. Allí me juntó mi amiga Cristina Consuegra con unos cuantos escritores de verdad, como Juan, Manuel Jabois, Victor del Árbol, Carlos Zanón y Josan Hatero. Con otros que venimos de jugar con las palabras para celebrar una nueva edicion de Versometraje, actividad que engrosa la magnifica programación del MAF, el mas que atractivo Festival de Málaga en el que conviven las artes visuales, el pensamiento, la música y el cine.
Nuestro cometido era el de elegir una escena de cine que nos hubiese marcado y escribir un pequeño texto que leeríamos a la vez que se proyectaba en el Auditorio MPM, sito en la preciosa Plaza de la Higuera. Yo elegí la escena final de Una historia verdadera (1999) , la maravillosa película de David Lynch. En ella, el personaje que encarna Richard Fosworth llega hasta la destartalada choza en la que vive sus últimos días su hermano, a quien da vida Harry Dean Stanton, para acompañarle y destruir un silencio de muchos años.
Antes del acto, Cristina nos enseñó el auditorio, un lugar acogedor y silencioso, poblado de filas de butacas granates que se elevaban elegantemente y en cuyos pasillos laterales había unas escaleras no muy empinadas que acompañaban esa elevación. Estando en la parte más alta, mientras observábamos la pantalla, Juan tropezó y rodó escaleras abajo durante un tiempo que pareció eterno. Al aterrizar, aún hecho una bola en el suelo pero en aparente buen estado, nos espetó “no aprovechéis las mascarillas para reíros, cabrones”.
Creo que sólo Manuel, intimo amigo suyo, lo hizo. Los demás, asustados, le preguntamos si se encontraba bien. Y él, ya en pie, mientras se sacudía la chaqueta, nos dijo: “tranquilos, estoy bien. Ha sido una caída limpia. Desde el momento en que he visto que era inevitable me he dicho a mí mismo: no luches Juan, no luches”.
Fue un comentario genial, ante el que me fue imposible no reír a carcajadas. Meses después leí esta misma anécdota en una de sus columnas y me hizo feliz hacerlo porque aquello se lo merecía. Desde aquel lejano mayo del 2021 le persigo para tener esta conversación. Y hoy, en octubre de 2022, lo consigo.
Cada uno desde un lado de la pantalla, volvemos a reírnos de aquel dia.
Juan Tallón: “Te digo una cosa: hay desastres, cuando no son demasiado graves, que se capitalizan como belleza, como buenos momentos. Claramente tiene que pasar el tiempo. Como dice Woody Allen, la comedia es tragedia mas tiempo. Cuando pasa el tiempo y el golpe queda atrás, ya solo permanece el bello recuerdo”.
Ricardo Lezón: Es cierto que en esta ocasión te ayudó la poca agresividad de los escalones: eran bastante agradecidos, estaban enmoquetados.
JT: “Los habían puesto para mí. Este señor se va a caer un día, quizás sea aquí: vamos a ponérselo fácil. Lo mas importante fue cortar el flujo de risa. Frases como esa, lo que hacen es ampliarlo”.
Juan estudió Filosofía, y yo quiero saber por qué.
JT: “Estudié Filosofía porque estaba enamorado de la profesora y pensé que si la Filosofía era eso, entonces me gustaba mucho y merecía la pena prolongar el estudio. Tambien pesó mucho que no pude entrar en Periodismo, y por último, es cierto que tambien pensé que era fácil, y como ya notaba la llamada de la vocación, podía dejarme tiempo para leer y escribir”.
“Con diecisiete años quizás no quería tanto escribir como ser escritor. Eso pasa mucho, que te quedas en la figura social de escritor. Pero poco a poco me daba cuenta de que para ser escritor hay que trabajar y tener tiempo. Yo era un estudiante mediocre, que es peor que ser mal estudiante. Un estudiante mediocre carece de ambición, yo sacaba cincos y estaba bien así. Pensaba que sacar un siete o un ocho pedía un esfuerzo que conllevaba pérdida de tiempo. Yo era muy conformista. Luego no pude entrar en Periodismo, y toda aquella actitud se reveló estúpida. En la carrera empecé a sacar sobresaliente. Pasé de ser mediocre a fiable”.
“La vida es una suma de frustraciones o pequeñas decepciones, que pasan casi desapercibidas al lado de las miserias enormes”.
RL: No es baladí pasar de mediocre a fiable. De hecho, es un camino enorme si lo aplicamos a la vida. Stepfan Zweig en El Mundo de Ayer (1941) cuenta algo parecido: eligió una carrera sencilla para poder tener tiempo para lo que de verdad ansiaba, escribir. Y tambien habla, en esas mismas páginas, de la diferencia entre querer ser escritor y escribir: dice que hay que vivir para poder escribir y reniega de todos sus primeros escritos y comienza a traducir. Tú tambien has hecho traducción.
JT: “He hecho una sola traducción, y con una auténtica falta de vocación. César Aira es amigo e incluso aparece como personaje en alguno de mis libros, y fue un poco como seguir el juego. Ahora me he traducido a mí mismo al gallego, he traducido Rewind (2020) y ha sido un trabajo anodino. Ahora voy a empezar a escribir en gallego y quería empezar con la traducción de Rewind (2020)”.
RL: Rewind (2020) es un libro maravilloso que a mí me impresionó mucho y que recomiendo a todo quien me pide consejo. Un libro importante para ti por el salto que supuso. Te he leído en alguna parte hablar de que la vida esta hecha de fracasos: Rewind (2020) no lo fue, desde luego
JT: “Uno no acaba de estar formado, cada día te da una forma diferente que se suma a la que ya tenías, durante veinticuatro horas vas experimentando la decepción del plan que no sale: la vida es una suma de frustraciones o pequeñas decepciones, que pasan casi desapercibidas al lado de las miserias enormes, pero estan ahí. Además, no está claro tampoco lo que es el éxito, ¿no?”
RL: Lo contrario a fracaso, ¿es el éxito?, ¿Es el éxito un material narrativo? ¿Dice menos de las personas?
JT: “Sí, dice menos de las personas, creo, y es volátil, efímero, es un momento de entusiasmo que alcanza un momento cumbre y después ya pasa a ser algo del pasado. Hay que evitar los picos y trabajar sobre eso. La vida es la gestión del día tras día. Puede haber interés narrativo sobre el éxito según como esté contado. Tambien ocurre con el fracaso, es cierto”.

RL: En la música, desde luego, se lleva la palma el fracaso, la pérdida, es difícil encontrar canciones sobre el éxito, y te lo dice alguien a quien siempre han tachado de hacer canciones tristes. También en la literatura.
JT: “Yo creo que todo tiene que ver con el poso y con el peso que cada cosa tiene en nuestras vidas. Cuando uno se siente triste o frustrado, o cuando puedes llamar a algo fracaso, cuando te vuelves sobre tu pasado, eso ha dejado más poso porque es algo que ha estado día tras día. Tambien está el esfuerzo que has tenido que hacer para superar todo eso y estar hoy aquí. Has hecho un gran esfuerzo. Una forma de ajustar tu historia es encajar todo eso”.
“Poder convertir todo eso en creación artística, creo que dice mucho de la relevancia de todo eso que no te ha salido bien. Te construye más. El pico del entusiasmo que genera el éxito particular es eso, un pico desde el que luego regresas al llano”.
RL: Siempre hay algo que hace insuficientes las cosas buenas.
JT: “Claro, todo esto genera la insatisfacción, tocas el techo y regresas al llano. Siempre queremos que lo bueno dure más y que lo malo sea breve o inexistente. Todos queremos avanzar y mejorar, y cuando no sucede surge una insatisfacción que a veces es un poco una pose, como de que no parezca que me conformo. Hay que diferenciar también entre éxito y logro. No vas bien si vas tras el éxito, esquivo ese término. Para mí escribir en Anagrama es un logro, era un pequeño gran sueño”.
RL: ¿Y la realidad se parece al sueño?
JT: “Sí, estar ahí, formar parte de ese catálogo, trabajar con esas editoras con las que trabajo, me siento muy arropado. Es conseguir algo que has deseado mucho, durante mucho tiempo y sin conseguirlo, y lo consigues. Cuando pienso en ello siento una gran paz, me siento confortablemente instalado en una editorial”.
“Hay que diferenciar entre éxito y logro, no vas bien si vas tras el éxito, yo esquivo ese término”.
RL: Y que el publico ya haya pasado del descubrimiento a la espera de lo que vas a hacer, ¿es un éxito o un logro? ¿O qué es?
JT: “Estoy en un buen momento como escritor, pero también me parece que sé muy poco de lo que va a durar este momento. Rewind (2020) y Obra maestra (2022) seguro que tienen reproches. Incluso míos”.
RL: “Pero los reproches propios no cuentan, Juan, esos siempre van a estar ahí”.
JT: “No tengo problema en admitir reproches ajenos. Yo creo que ninguna de mis novelas anteriores merecían estar en Anagrama“.
RL: Conseguir que tu nombre levante un interés y una expectación es algo difícil de conseguir y de lo que uno debe sentirse orgulloso y agradecido.
JT: “Durante muchos años a mí me sumía en la tristeza no poder publicar donde quería, y ahora siento eso, una gran paz. Ahora siento que lo difícil no ha sido llegar, lo difícil va a ser continuar. Creo que tengo que ser muy cuidadoso con los próximos proyectos. Intento que cada nuevo libro sea un auténtico reto, que sea totalmente diferente al anterior, que no me permita estar demasiado cómodo con la idea de poder escribirlo, que me genere dudas sobre si voy a ser capaz de escribirlo”.
“Si pensara en que por aquí voy bien y decidiera seguir por donde me va bien, entiendo que en eso hay una pequeña pérdida de mérito, ya sé que lo hago bien. Quiero hacer cosas que no he hecho antes, ese es el motor para mí: no haberlo hecho nunca antes”.
RL: Así que eso de la enésima vuelta de tuerca es tu mayor temor. Es valiente esta posición. Admirable, diría yo. Sufres más escribiendo ahora que antes.
JT: “Jamás he sufrido escribiendo. Para mí es la felicidad extrema. Entiendo a los escritores que sufren escribiendo. Yo soy feliz, aunque lo que esté escribiendo no me esté llenando del todo. Yo disfruto de todo el proceso envuelto en una felicidad extrema. Cuando compro una libreta y empiezo a anotar es que ya ha comenzado el proyecto, y con él la felicidad. Además, estoy aprendiendo a decir que no, y eso abre un claro en el bosque en el que me lleno de tiempo para hacer lo que quiero”.

La suerte de ser feliz con lo que uno hace es quizás una de las suertes más absolutas, aunque cierto es que la suerte no existe, o sí, qué más da, ese es otro debate. Lo cierto es que a base de trabajar, de no dejarse vencer por el desánimo y seguir ciegamente el camino de la vocación, Juan ha llegado hasta donde quiere estar, y escuchárselo decir es algo muy inspirador y brillante.
RL: Para uno que anda enredando con los escritos, la dimensión de poder escribir una novela se antoja titánica.
JT: “Lo que me da miedo por ti, de lo poco que te conozco, se me presenta como un obstáculo terrible porque esto va de planear, de ordenar y
estructurar, de organizar y después ir vistiendo todo eso, y creo que eso no son tus fuertes”.
RL: No me conoces tan poco entonces (risas)
JT: “Hay un parte del escritor que va mas allá del momento en que redacta. A los dieciocho años redactas y a los tres párrafos paras. ¿A dónde voy? Escribir tiene una parte enorme de oficio. Necesitas un plan. Sin plan no vas a ninguna parte. Y talento, sí, vale, pero yo localizo más el problema en la planificación. Sobre la historia que uno tiene en la cabeza hay que fijar los hitos, y a partir de ahí ir contando las etapas y después ir enriqueciéndose. Es un trabajo metódico”.
“Escribir tiene una parte enorme de oficio, sin un plan no vas a ninguna parte”.
Recibir consejo de alguien a quien admiras es un lujo al que no pienso renunciar, pero tampoco es plan de enseñarlos todos. Me los guardo para mí como un tesoro. Quiero que hablemos sobre la actualidad. Las columnas de Juan encierran una mirada propia gemela del lenguaje con el que la expresa. Te hacen detenerte y eso, hoy en día, es una victoria indiscutible.
Quiero que me cuente qué opina de lo que llamo el yoismo institucionalizado que se ha derramado por todas partes como una presa que colapsa e inunda valles, bosques y pueblos. Ese consejo de pensar primero en uno mismo, de repetir como una gota malaya que lo importante eres tú, que si tú no estás bien no puedes ayudar a nadie. ¿Por qué?, me pregunto. ¿Por qué no puedes ayudar a nadie? ¿No puede estar en esa ayuda que ofreces parte de tu ayuda a ti mismo, del camino hacia encontrarte bien? Se ha convertido el egoísmo en un consejo de autoayuda.
JT: “Verás, primeramente hemos recalado en esta narrativa absoluta del yo por varias razones: una es la época, una época hipernarcisista, colectiva e individualmente ponemos el punto de partida en nosotros mismos, el de partida y el de final. Hemos entrado en una época en la que nos hemos acostumbrado a creer que tenemos un testimonio importante que prestar”.
“En este escenario, tristemente, ha ido perdiendo presencia y prestigio la imaginación. La tercera persona ha ido perdiendo credibilidad y el poder de la imaginación para crear mundos en el que tú no eres el centro ha ido perdiendo terreno. Y además hemos entrado en una época también en la que las historias basadas en hechos reales han recogido ese prestigio. Estamos en ese escenario, incluso yo, porque a menudo mis columnas parten de mí”.
RL: Sí, pero siempre incluyen al otro.
JT: “Bueno, el problema parte de que tú eres tú solo y no es así, yo soy más cosas, las personas que quiero, las cosas que hago. Tú haces música para que otro la escuche. Tú no eres tú solo, eres un contexto. En fin, es muy complicado y complejo. Una palabra tan corta como “yo”, igual que “no”, son tan breves como increíblemente complejas”.
RL: Y el relativismo, ¿qué me dices de la escala de grises en la que se ha convertido todo? Por seguir con la complejidad (risas). ¿Han desaparecido el bien y el mal?
JT: “Jajaja… lo que nos cuesta caer seducidos por un argumento razonable por parte de otro. ¿Cuánto tiempo hace que no observas como testigo a una persona convenciendo a otra? No por decir nada a mi favor, pero he de decir que a mí me convence cualquiera con una facilidad que a veces me incomoda. ¿Cómo es posible que mi convicción no sea firme?“
Y me cuenta una anécdota relacionada con Correos, de la que nos estamos riendo mas de diez minutos.
JT: “El mundo está tan polarizado, tan encasillado, que nadie está dispuesto a ceder. Estamos obsesionados con tener razón. Si preguntasen cuál es el objetivo en la vida, mucha gente contestaría “tener razón” (risas). Estoy dispuesto a incluir en mis columnas de opinión la menor dosis posible de opinión. Acabaré escribiendo sobre cosas que no acepten opinión, aunque es complicado, porque incluso mi caída por las escaleras sería puesta en cuestión”.

Podría estar hablando con Juan durante días, su conversación es como su prosa: inteligente, llena de un humor invencible y de una profundidad sin estridencias, sin pompas ni confetis. Me cuenta que empezó a leer muy joven, que el hecho de vivir en una aldea le protegía de las distracciones y que durante ese tiempo el hábito se hizo de cemento y sobrevivió al cambio a la vida urbana. Él ya era indestructiblemente lector.
JT: “La lectura necesita atención y tiempo, y su gran amenaza hoy en día es la falta de atención, se rompe fácilmente, te distraes y ese es el gran enemigo de la lectura. Todo conspira para que no leas o para que leas poco. Si estás en los dieciocho años y no has consolidado tu hábito, caes derrotado por la distracción”.
RL: Y llega mi pregunta cursi, o más cursi (risas) ¿Has llorado leyendo algun libro?
JT: “Jajaja… he llegado a ese estado de ánimo en el que piensas: “Dios, es increíble lo que me está emocionando este libro, y cómo quiero que esto me lo haga sentir otro libro pronto”. Es acojonante cuando das con un libro que te lleva a ese estado, en el que casi no puedes esperar el momento de retomarlo. Cuando todo lo que no es ese libro te molesta. Esa sensación es increíble. No he llorado pero he estado al borde. Llorar no es solo verter lágrimas. Esa frase me gusta mucho: creo que es mas cursi que la pregunta (risas)”.
RL: Y ya que estamos en Mússica, ¿qué pasa con la musica? Ya me avisaste de que no eres muy musiquero, pero de la música no se puede huir.
JT: “Tengo una actitud favorable ante la música como parte del proceso de escribir. Muchas veces digo “voy a poner música, voy a poner a Bach, que mal no lo puede hacer”, y entonces me pongo ante el ordenador pero de pronto Bach se convierte en los tambores de Calanda. Toda música que suene mientras escribo, por muy sutil que sea, se convierte en los tambores de Calanda, y tengo que admitir que necesito el silencio para hacerlo. A mi hija se la pongo, pero a mí me pone una pared delante de los ojos. En otro momento me trae una armonía que me seduce. Pero para escribir, nunca”.
“Muchas veces me pongo a Bach cuando escribo pero se convierte en los tambores de Calanda, necesito el silencio para hacerlo”.
Hablamos de muchas más cosas durante estas dos horas que se han disuelto sin darnos cuenta. Los dos coincidimos en que somos hombres de acción, no en el sentido físico de la palabra, sino en que preferimos hacer a soñar. Nos despedimos riendo y citándonos en la inauguración de su nuevo piso en Ourense, que en vista del éxito que tuvo la primera, y única real, ha decidido institucionalizarla y celebrarla una vez al año.
Yo espero verle antes, ojalá alguna gira me lleve hasta aquellas tierras que un día mi abuelo abandonó para venirse a Getxo, pero que siempre hemos tenido tan presentes. Si aun no habéis leído a Juan Tallón, hacedlo. Descubriréis un mundo real.
Aquel dia en Málaga terminó con una cena y posterior intento de trasnoche que tuve que cortar, porque al dia siguiente salía muy temprano en coche hacia Madrid. Juan, que había viajado en AVE, al escuchar como había planeado mi viaje, quedó perplejo y me dijo que admiraba mi capacidad para organizarme mal. Convirtió en un halago una clara ineptitud. Nos reímos mucho aquella noche.
Al dia siguiente, mientras veía amanecer desde la mesa de una cafetería en Despeñaperros, recibí un whatsapp de Juan. Me preguntaba si todo iba bien y me deseaba un buen viaje. Me hizo mucha ilusión, y mas aun recibir otro un mes después en el que me decía: “solo quería saludarte para no caer en la inercia de no volver a saber nada el uno del otro”. Eso es tener mucha clase.