Charlamos con el músico madrileño, quien desvela, tras cinco años de silencio, Corazón azul, el disco más maduro y reflexivo de su carrera.
Luis Brea (Alcorcón, Madrid, 1973) estrena hoy mismo su nuevo disco. Se llama Corazón azul (Altafonte/Hook, 2023), es el cuarto de su carrera y el primero que publica desde hace cinco años, y en él combina influencias del folk castellano, del pop y del rock con algún guiño a Sabina e incluso una colaboración con los legendarios Burning.
Es, sin duda, uno de los trabajos más logrados de su carrera, seguramente el más maduro y reflexivo, y lo presentará el próximo 25 de febrero en Valencia (16 Toneladas), el 4 de marzo en Madrid (Moby Dick), el 17 de de marzo en Murcia (La Yesería), el 31 de marzo en L’Hospitalet de Llobregat (Let’s Festival) y el 8 de abril en Benicàssim (San San Festival). Hemos hablado con él por teléfono.
Cinco años sin publicar un disco. Entiendo que el estreno de Corazón azul (2023) te pilla con ganas.
Sí, han sido cinco años durante los que he tenido dos niños, la pandemia por en medio… todo se ha dilatado porque he tenido que prestar atención a otras cosas, pero estoy muy contento con el resultado.
Es una vuelta a la esencia más básica de la canción, ¿no?
El planteamiento del disco tiene varias premisas. Por un lado, yo llevaba tiempo girando con la guitarra acústica y me apetecía hacer un disco en el que ella y la voz fueran los personajes principales. Es como volver al inicio, tanto de manera personal como desde el espacio que puedo ocupar dentro del universo sonoro. Miro mucho al futuro, todo va muy rápido, pero me apetecía volver a reencontrarme con una guitarra y una voz. Y de hecho, el planteamiento de la grabación, con Luca Petricca, hablamos mucho antes de empezar sobre lo que queríamos hacer, y las canciones están grabadas en directo: una guitarra y una voz grabadas a la vez, sin ningún tipo de referencia temporal interna ni de metrónomo. Están hechas al ritmo de mi respiración. Luego ya metí todos los instrumentos, menos la batería, que no la domino porque no es lo mío, pero todos los demás los metí yo. Ha sido un proceso largo. El objetivo era que las canciones entraran bien a las primeras escuchas, que pareciera música poco arreglada, pero si lo vas escuchando bien vas dándote cuenta de que hay un montón de cosas. Arreglos y cosas que están por detrás. Pero Luca (Petricca) y yo queríamos que los protagonistas fueran la voz y la guitarra acústica. Tenía sentido, de alguna manera.
Es curioso, porque suena más sencillo que tus discos anteriores, pero por contra el proceso de grabación fue mucho más largo: un año y dos meses, entre marzo de 2021 y mayo de 2022, mientras que tu anterior trabajo se grabó en seis meses y el anterior en una semana.
Era más fácil ocuparse de la parte económica así, poco a poco, y también me apetecía quitarme de encima las prisas. La variable entre tiempo, prisas y urgencias siempre está ahí, muy presente en el estudio, y acaba siendo un agobio. A no ser que tengas las cosas muy claras desde el principio en tu local con tu grupo, y llegues con todo muy claro, siempre surgen cosas. Las dos primeras sesiones con Lucca, por ejemplo, consistieron solo en hablar sobre qué dirección queríamos tomar. O al menos de las cosas que creíamos que debíamos hacer. Poner cuatro premisas de las que no queríamos salir. Podía permitirme no tener esa prisa, y además era una época en la que todo el mundo, justo después de la pandemia, estaba con su disco. Era un aluvión de proyectos que se habían forjado durante la pandemia, y a mí me apetecía esperar un poco, salir tranquilamente. La verdad es que ha sido una experiencia muy guay la de no tener el tiempo ahí apretando. Nos ha dado tiempo a hacerlo con amor. Y luego al final, cuando estábamos con las mezclas, nos mirábamos Luca y yo y nos decíamos: «joder, yo creo que hemos acertado». Porque hemos acompañado a las canciones durante mucho tiempo y no estábamos cansados.
«Podía permitirme no tener prisa en una época en la que había un aluvión de proyectos forjados durante la pandemia, y a mí me apetecía esperar un poco».
Supongo que el hecho de trabajar de ese modo, sin marcaros plazos estrictos, también ha favorecido que el disco sea muy diverso en estilos, ¿no?
A mí me apetecía hacer algo relacionado con el folk castellano, y con ritmos de tres por cuatro, pero no me apetecía que se quedara en un ejercicio de estilo folk. Necesitaba sacar las canciones hacia el pop. A un sitio más familiar y más cercano. «Mañana» y «El vaivén» son dos canciones en las que hago ese acercamiento, pero necesitaba que también fueran pop. Limar por ahí fue lo más difícil. El denominador común del disco es una voz más cercana, relatando historias, y acompañado de una acústica. Pero a mí me cuesta limitarme a un único sonido. Me apetece meterme en diferentes fregados. Si no, me aburro. Aún a riesgo de no tener un estilo muy definido. Si no, esto no tiene sentido para mí.
En el caso de las dos canciones que mencionas, «Mañana» y «El vaivén», se nota esa apuesta por recuperar la tradición del folk castellano. ¿Tenías en cuenta en trabajo de Los Hermanos Cubero o Ruiz Bartolomé?
Es algo que siempre me ha inquietado y me ha llamado la atención. Es cierto que ahora hay más artistas que están haciendo ese ejercicio y me parece muy importante recuperar ese patrimonio cultural y tirar de ahí para hacer cosas e investigar. Pero ya hace tiempo que un amigo mío me da la brasa con La Musgaña y tal, ese tipo de cosas de folk. Yo tenía un proyecto con él, en el que siempre fantaseábamos con hacer algo un poco más en ese estilo, y mira, a lo mejor ahora era el momento. Me apetece investigar por ahí, y también en mi pasado, porque lo asocio a recuerdos que tengo del pueblo de mi padre, en Ávila, y esos flashes de cuando era pequeño se ven reflejados en el video, también asociados a una relación intermitente. Para mí tiene mucho sentido.
¿Dirías que es tu disco más nostálgico?
Es posible. No lo había pensado. Sí que me encontré, al final de las canciones, y fue lo que luego le dio título, sin ser algo intencionado, que muchas de ellas hablaban de relaciones que no estaban consolidadas. «Corazón azul» refleja eso. Creo que es el signo de los tiempos. Conozco a mucha gente a la que le cuesta tener una relación estable. Por lo que sea. Por atender más a su vida profesional o a cosas a las que presta más importancia. De alguna manera, sé que el disco habla de ese tipo de vínculos. Y ahora que dices lo de la nostalgia, pues es posible. La vida paterna te cambia mucho, y es posible que tenga nostalgia de muchas cosas (risas).
Sobre lo que dices de las relaciones inacabadas o intermitentes: hoy en día, lo extraño son esas relaciones de pareja que duran más de quince o veinte años, ¿no?
La pareja fue durante mucho tiempo la base social de este país, pero en otros países no es así. En Alemania es el individuo, por ejemplo. Mi pareja es alemana y allí priman mucho los derechos individuales, aquí todavía seguimos tirando de la familia. De los abuelos, que ponen pasta… pero creo que estamos en ese proceso de transformación, y a la hora de establecer un contrato o un vínculo con alguien, hay más miedo. Supongo que habrá muchas razones. Una razón por cada persona.
«Corazón azul», la canción que da título al disco, me recuerda a Nick Drake. Es de lo más folk que te he oído.
Sí, creo que es acertado lo que señalas, ya te digo que me gusta meterme en muchos jaleos. En Hipotenusa (2011) había influencias de Talking Heads, y en el siguiente de grupos de la nueva ola de los setenta, había en ellos una intención bastante explícita. Aquí me la quité de encima al afrontar las canciones con una guitarra en una habitación, a ver lo que salía. Es más de búsqueda personal. Es mi disco más yo. El que tiene menos referencias explícitas. Aunque la referencia al folk siempre ha estado ahí, por mucho que no se haya reflejado demasiado en mis canciones. Me he dejado llevar, y ha salido eso. Y estoy muy contento, porque cuando oigo estas canciones, me siento bien. Creo que estoy en el sitio que estaba buscando.
«La pareja fue durante mucho tiempo la base social de este país, pero en otros, como Alemania, es más el individuo».
¿Cómo surge la colaboración con Burning, con Johnny Cifuentes y Nico Álvarez, en «Estrella del rock», y cómo de irónica u honesta es la frase de «ya está muerto el rock, dijo la camarera del reggaeton, hemos venido para decirle que no»?
Les envié la canción y les gustó mucho, y además en el proceso de composición yo ya había empezado a recuperar cosas de cuando era jovencito, como Burning, Barricada o Rosendo. Y creo que inconscientemente se ha visto reflejado. Porque esta es una canción rock pero tratada de una forma muy acústica. Hay muy poca eléctrica. Encajaba todo. Ese espacio estaba ahí para que Nico (Álvarez) metiera su guitarra, Johnny Cifuentes) estaba muy convencido… y que Burning colaboren conmigo en una canción me parece brutal. La letra expresa algo que está en el aire, ese cambio generacional, que creo que es necesario, por el que una nueva generación tiene que encontrar sus parámetros, en un tiempo donde va todo muy rápido y hay un ansia por encontrar cosas nuevas continuamente. Esto es paradójico, porque a mi me encantan las cosas nuevas, pero creo que también es importante saber quién eres como artista. Y si es importante evolucionar a un sitio o no. Por eso la nota de prensa menciona a AC/DC, un grupo que ha sabido evolucionar dentro de su sonido y que sigue llenando estadios. Otros grupos han intentado evolucionar hacia sitios diferentes y eso ha acabado con su carrera. Es una letra que habla más del auto conocimiento personal. Para reinventarte en cada disco hay que ser como Bowie, hay que tener mucho talento y mantenerte. Es importante conocerte como artista.
En «Volverán» dices «Volverán a salvarnos las canciones». ¿Aludes al poder central de las canciones en la cultura pop?
Esa canción es un homenaje a la radio. A la compañía que nos dan las canciones en la radio. Que tiene algo especial, porque hay alguien que la está poniendo, y la está escuchando mientras otras personas también la están escuchando. A mí me ha acompañado mucho la radio, y en diversas circunstancias. Me apetecía mucho hacer ese homenaje.
Ocurre un poco con la radio como con el rock: dos símbolos esenciales del siglo XX que están sometidos a transformaciones para pervivir.
Yo creo que el hecho de que cambie el canal de comunicación de las canciones, que cambia en los dos sentidos, en el del acceso y en el de la producción, hace que a veces sea difícil pararte en ellas. Cuando yo era pequeño tenía que coger un autobús, ir a Discoplay, comprarme el disco tras haber ahorrado algo, traérmelo, ponérselo a mis colegas… había todo un proceso en el que para reconocer que habías metido la pata comprando un disco, te lo pensabas mucho (risas). No era fácil reconocer que a lo mejor no te gustaba. Ahora simplemente haces así con el dedo y ya está. Y ese proceso más complejo que se daba antes generaba una mayor fidelidad. Y de hecho, muchos grupos de esa época tienen menos fans que los de ahora pero estos son muy fieles y van siempre a sus conciertos. Y muchos de los proyectos nuevos son muy efímeros.
«Mi ciudad favorita» es un homenaje particular a «Pongamos que hablo de Madrid», de Sabina.
Lo he dejado un poco abierto para que cada uno la interprete como quiera. El proceso de composición ha sido largo, y yo suelo revisar los artistas que me han molado, es como si fuera una ruleta de la fortuna en la que aparecen muchos artistas que voy revisando, y esta canción para mí es importante, porque me centro mucho en la forma de estructurar el lenguaje y contar las cosas. Hay un empeño literario más destacado. Y «Pongamos que hablo de Madrid» es una canción que me impactó mucho en su momento. Lo desarrollé todo y lo conecté a mi forma, a mi propio universo. Sí que menciono al autor de la canción, como homenaje, pero lo dejo un poco abierto para que cada uno lo encaje como quiera.

Entiendo que «El apagón» habla del fin de la pandemia, de la recuperación de sensaciones anteriores a marzo de 2020.
Sí, es una referencia a retomar el contacto tras un espacio de pausa. La inspiración viene de ese proceso. Pero habla de los bloqueos, las pausas, los apagones y cómo enfoca cada uno la toma de contacto después. Está inspirado en algo tan marciano como fue la pandemia, una pausa en la que el tiempo pasaba de una manera diferente. Mirando hacia atrás, lo recuerdas como algo extraño. Cuesta tener recuerdos, incluso. Vale, estaba metido en un piso, ¿pero qué hacía? Fue muy raro.
«Ni de coña esperaba que «Mil razones» fuera a ser tan importante para tanta gente, aunque había señales previas».
Para terminar, quería preguntarte por cómo viviste que una de tus canciones, «Mil razones», se propulsara de la forma en la que lo hizo y acabara siendo tan significativa para tanta gente. Aún es la más escuchada en plataformas. Supongo que sentirías como cuando tienes un retoño que se te va de las manos, ¿no?
Una vez que pones todo en el estudio, te formas como una previsión propia de lo que puede pasar con un single. Pero esa canción creció tanto y se hizo tan grande que lo notábamos, pero no esperábamos que se hiciera tan viral. Porque ni siquiera salió como single ni se pinchó en las radios, fue como un efecto Camela. Un boca-oreja total. Funcionó porque sí.
Sí, que seguramente si intentas esa repercusión intencionadamente, no te sale.
Ni de coña. A ver, hubo una señal muy guay cuando estábamos grabando, justo al terminar las voces, en el que a uno de los del grupo, que estaba en la cabina, se le escaparon un par de lágrimas. Su cuerpo percibió lo que iba a pasar (risas). Y luego empezó a funcionar sola, lo que me flipa bastante, porque a veces intentas hacer cosas y al final te das cuenta de que lo mejor es dejarte llevar y ser lo más honesto posible contigo mismo.