La cantante ilicitana se impuso en una pobrísima final del Benidorm Fest y representará a España en Eurovisión ’23. Sus opciones allí son más que dudosas.
En el país de los ciegos, el tuerto es el rey. Eso dicen. Y lo cierto es que la final del Benidorm Fest, en su edición de 2023, la segunda de su historia (ya se ha confirmado la tercera para el próximo año), exhibió un nivel tan pobre en la noche del sábado que quizá sea lo único que explique que una canción tan ramplona, estridente y tópica como “Eaea”, una especie de bulería con basto sostén electrónico a cargo de la cantante ilicitana Blanca Paloma, se impusiera como ganadora entre las ocho finalistas, por delante incluso de la favorita en todas las apuestas, “Quiero arder”, de Agoney.
“Eaea” representará a España en Eurovisión el próximo 13 de mayo en Liverpool. Es la más clara apuesta española por las raíces flamencas desde que Remedios Amaya se descalabró en Munich, allá por 1983, con aquella “Quién maneja mi barca” que no recabó ni un solo punto y acabó en último lugar, empatada con Turquía. A la canción de Blanca Paloma no parece esperarle un destino mucho mejor, aunque la participación de 37 países (en lugar de los veinte del 83) quizá sirva para maquillar el fiasco.
En cualquier caso, tampoco nuestras dotes premonitorias son precisamente para tirar cohetes: el año pasado consideramos la elección de Chanel como un nuevo eurodisparo en el pie y tuvimos que rectificar y comernos nuestra previsión unos meses después con su tercer lugar. Hasta los políticos que la habían criticado luego recularon sin el menor sonrojo.
Pobrísimo nivel
Ocurra lo que ocurra en Liverpool, no es exagerado calificar la final del sábado pasado como francamente pobre. Ni es desproporcionado decir que ninguna de las ocho canciones tenía siquiera el nivel que las de Rigoberta Bandini, Tanxugueiras, Varry Brava, Chanel o hasta Rayden exhibieron en 2022. El listón esta vez andaba por los suelos.
Ni la grandilocuencia fatua, de cartón piedra, de Agoney, ni la mímesis rosaliniana de Fusa Nocta, ni la indigestísima balada de José Otero ni el folk a la castellana de esa émula de Rozalén que es Karmento ni el caricaturesco hard rock de Megara auguraban resultados mucho mejores. A nuestro entender, algo más consistente fue la apuesta por el minimalismo pianístico de Alice Wonder y el brote disco pop de Vicco (entre Dua Lipa y Aitana), pero no lo entendió así el jurado, compuesto por Nina, Katrina Leskanich (Katrina & The Waves) o José Juan Santana (presidente de OGAE).
Ni sorpresas ni polémicas
Tampoco las actuaciones musicales fuera de concurso lucieron demasiado, con un Manuel Carrasco que parecía un inenarrable cruce entre George Michael y Antonio Carmona (Ketama), y una Mónica Naranjo haciendo de sí misma, reviviendo una “Sobreviviré” que lleva ya 23 años convertida en un himno, acogido con especial fervor por su fandom LGTBI, cuantioso en un Palacio de Deportes de Benidorm en el que si algo escaseaban eran mujeres, a tenor de las imágenes emitidas por TVE.
Por no haber, no hubo ni una polémica que llevarse a la boca, por intrascendente que fuera. Ni al hilo de ningún autotune, ni de ninguna teórica apropiación feminista ni del consumo de ninguna sustancia. A ver si el 13 de mayo nos divertimos algo más. O al menos no tenemos que luchar contra el sueño. Eso ya sería para darse con un canto en los dientes.