La banda granadina Los Planetas ha firmado a lo largo del último año, con el inestimable grafismo de Javier Aramburu, un revelador cuadríptico sobre el tambaleante estado de nuestro país y del mundo.
Hay dos polos en torno a los cuales siempre se ha movido la música popular: el escapismo y el reflejo de la realidad. Hay canciones que no tienen un tiempo ni un lugar definidos, tan solo apelan a nuestros sentidos, y poco importa el contexto histórico en el que las disfrutemos. Son eternas.
Por contra, hay otras que difícilmente se entienden sin las circunstancias sociales y políticas que rodeaban a sus creadores, y precisamente por eso, corren mayor riesgo de envejecer mal.
Con Los Planetas, el escapismo y el reflejo de la realidad vienen a ser casi lo mismo. Y esa combinación de dos pulsiones que en principio parecen antagónicas es algo que se puede decir de muy pocos grupos.
Por la sencilla razón de que su música preserva las cualidades lisérgicas de su última etapa creativa, que tanto tienen que ver con esos estados alterados de la conciencia que – por otra parte – ellos siempre han exprimido (pocos como ellos han expresado con más precisión los efectos de las drogas), y que tan necesarios son a veces para sobrellevar una realidad prosaica, gris u hostil; sino también porque el ánimo notarial que desprenden sus canciones, más presente que nunca en todo lo que llevan publicando desde el estallido de la pandemia, llega siempre filtrado a través de su particular ironía y sentido del humor.
Con Los Planetas, escapismo y reflejo de la realidad forman parte de la misma cosa.
Ellos siempre tratan de huir del panfleto, de la soflama sociopolítica que tan habitual y cansina ha sido en otros estilos. Seguro que no siempre aciertan, porque la línea que separa el libelo de la fina ironía suele ser muy delgada. Pero al menos lo intentan. Eso no se puede negar.
En ese empeño, que se ha concretado en los singles «La nueva normalidad», «El negacionista», «El rey de España» o «El antiplanetismo», todos ellos publicados en los últimos diez meses, ha vuelto a jugar un papel esencial Javier Aramburu como el diseñador de Los Planetas.
Los diseños de las portadas de Javier Aramburu para los últimos singles de Los Planetas son igual de ácidos que las letras de sus canciones.
Sus últimas portadas conservan las cualidades habituales de los diseños de Los Planetas, pero añaden una acidez que casa a la perfección con las historias a las que sirve. Tan instantáneamente identificables, tan planeteras como el sonido de las canciones de los granadinos.
Unos artworks que, incluso en tiempos como estos, en los que el formato físico del single de toda la vida ha perdido su relevancia porque pocos ya se editan y aún menos los compran, siguen siendo esenciales para la banda como parte indispensable del concepto que quieren transmitir. Se las podrían ahorrar si quisieran, vaya. Nadie se lo reprocharía. Pero no quieren renunciar a ellas.
Las revueltas y los saqueos en las grandes urbes norteamericanas que sucedieron a la muerte de George Floyd, el negacionismo de la pandemia alentado por algunos personajes célebres, los problemas pendientes con la justicia de nuestro rey emérito o el propio fenómeno del haterismo son algunas de las cuestiones que, a modo de radiografía moderna de nuestra actualidad, han desfilado desde hace un año por su repertorio y sus cubiertas.
Ninguna de esas canciones ha sido especialmente reveladora, ni rompedora, ni perspicaz en lo musical: cualquiera de ellas podría haber formado parte de Zona temporalmente autónoma (El Ejército Rojo/El Volcán, 2017), su último álbum. Pero todas ellas han reflejado, a su manera, un tiempo de incertezas, miedos, populismos y zozobras. Una cuña en nuestra historia, de la que nadie tiene claro en qué condiciones saldremos. Posiblemente nada sea igual a como era antes de la primavera de 2020.
Las revueltas, el negacionismo, la podredumbre de la corona o el fenómeno «hater» pasan por el filtro de la ironía en las últimas canciones de Los Planetas.
Los Plaentas lanzaron «La nueva normalidad», la primera en llegar, fue un medio tiempo de atmósfera ligeramente psicodélica, para la que Javier Aramburu ideó una portada que remitía claramente a La naranja mecánica (1971), de Stanley Kubrick, relacionándola con el saqueo de tiendas en varias ciudades norteamericanas a finales de mayo de 2020.
«El negacionista» llegó más tarde, y es la más pop de este último lote, más en sintonía con sus antiguos hits, y tanto su portada como su letra aluden al negacionismo – incluso al terraplanismo – que nadie como Miguel Bosé ha concretado mejor con sus delirantes videos públicos.
«Voy a convertirme en un negacionista, en un seguidor de Miguel Bosé… yo siempre seré un negacionista, de los que me esclavizaron con el 4G», reza su letra. Y asombra (e inquieta) ver al propio Bosé canturreándola mientras Jordi Évole se la planta en la pantalla de su tablet en el avance de la próxima entrega de su programa. Su portada lo relaciona, muy oportunamente, con las fantasías de Disney.
Las esbeltas piernas de varias mujeres emergiendo de una gran corona real son la – consecuente – imagen de «El rey de España», otro medio tiempo lisérgico que hace leña del rey caído en desgracia (y del goteo de revelaciones sobre sus trapicheos) mientras Jota canta «lo siento mucho, me he equivocado, demasiadas mujeres reclamaban mi afecto, y no he cumplido con todas, prometo que no volverá a ocurrir». El debate sobre la monarquía y nuestra vida en pandemia se mezclan cuando ponen en boca del sufrido emérito aquello de «la culpa es de los que están de fiesta, que se saltan toda restricción, y rompiendo el toque de queda, he ignorado que el que manda aquí soy yo».
Las portadas de cada single siguen siendo de vital importancia para ellos, independientemente de si tienen tirada física o no.
De momento, este goteo de canciones que Los Planetas han ido generando se cierra con «El antiplanetismo», otra canción que resalta un fenómeno tan de nuestro tiempo como es el haterismo en la redes sociales, conscientes como son de que con ellos hay poco término medio: o los amas o los detestas. En los grupos de facebook en torno a Los Planetas se castiga con fuerza la disensión en torno a sus virtudes, por ejemplo, mientras que en según qué ámbitos, es dogma de fe arrearles sin piedad, ya sea por la particular voz de Jota, por sus decisiones éticas o estéticas o por el mero hecho de existir. Polarizando, que es gerundio.
La portada de «El antiplanetismo» de Los Planetas firmada por Javier Aramburu tampoco puede ser más acertada. Rompe con los tonos rojizos de sus anteriores cubiertas y refleja un planeta, colocado a modo de cabeza sobre una figura de traje y corbata, sometido al demoledor efecto de la piqueta.
De una forma o de otra, ellos quieren estar ahí, amarrados a nuestra realidad más sangrante. Y eso que llevan ya casi tres décadas en el tajo.