Uno de los grandes éxitos imposibles de la banda del malencarado Mark E. Smith protagoniza esta nueva entrega de Escrito al oído.
Día lluvioso el de hoy. No está del todo demostrado que el clima afecte a nuestro estado de ánimo, pero creo que vivir en una ciudad en la que llueve la mayor parte del año forja cierto tipo de carácter. En Manchester llevar un paraguas en la mano es lo habitual. Manchester, medio millón de habitantes y origen de un sinfín de bandas fundamentales en la historia de la música moderna.
The Smiths, Oasis, Joy Division, The Stone Roses, Chemical Brothers, Happy Mondays y un larguísimo etcétera entre los que destaca, quizá más por su influencia que por su éxito comercial, The Fall, la banda de un personaje extremo, contradictorio y prolífico llamado Mark E. Smith.

A lo largo de más de cuarenta años de carrera y una extensísima discografía en la que perderse, Smith ha utilizado su ciudad como inspiración para hacer cientos de canciones. Lo que le ofrecía ese entorno lluvioso e industrial era lo que mejor conocía, lo que tenía en su puerta. Por eso escribía sobre ello.
Hace unos años, visitando una de mis tiendas de discos favoritas (Bora-Bora, en Granada), encontré la bonita edición en vinilo blanco de un recopilatorio de The Fall que encabeza este texto, del que hoy me dispongo a escuchar la canción que lo cierra, “Totally Wired”, un tema crudo, primitivo y esencial en la carrera de los mancunianos.
“Esa es una canción es imperfecta, no suena bien, no está bien tocada, no hay producción, tiene un final abrupto y fuera de tempo, Smith no afina. ¿Y qué?”.
“Estoy totalmente conectado” canta Smith (¿Realmente canta? Más tarde retomaré esta cuestión) en el año 1980. Quizá sea otra de esas canciones proféticas. También podría estar totalmente atrapado, ¿Acaso no es lo mismo? Quizá esté hablando de cualquier otra cosa. Es difícil saberlo con un escritor enigmático como lo fue Smith, que nunca incluía en sus discos las letras de las canciones al considerarlas inacabadas.
La canción es imperfecta, no suena bien, no está bien tocada, no hay producción, tiene un final abrupto y fuera de tempo, Smith no afina. ¿Y qué? No es lo que busco cuando escucho a The Fall. Transmite más que miles de producciones esmeradas. Aquí hay riesgo, urgencia, peligro.
Cuando se juega a esto a veces se pierde, pero cuando funciona te hace sentirte presente en ese lugar y ese momento en el que está ocurriendo.
Me veo en el sótano húmedo en el que se está registrando la toma, el volumen es atronador. Le abro una cerveza a Mark, le enciendo un cigarrillo. Estoy totalmente conectado. Quizá se refería a esto. Una de las cosas que más me gusta de la canción es el sonido de la batería, que parece golpeada por un par de huesos más que por unas baquetas. Es ese sonido casi de local de ensayo (garaje) el que da carácter a la grabación. Eso y la mezcla de kraut y rockabilly, juntando a Can con Gene Vincent.

A Smith le encantaba componer sobre grooves que podrían extenderse hasta el infinito, bases sobre las que soltar sus frases cuando le venía en gana, sin pensar en las barras del pentagrama. El famoso DJ británico John Peel decía de The Fall: “siempre son diferentes, siempre son lo mismo”. Mientras la escucho, trato de adivinar a qué me recuerda. Es algo que hago desde hace mucho tiempo y me resulta de lo más divertido.
Seguirle la pista, por ejemplo, a ese riff de bajo tan característico de “Totally Wired”. Me recuerda a una canción de LCD Soundsystem, pero no sabría decir a cuál. A “Daft Punk is Playing at My House”, pero no exactamente. Desde luego James Murphy no puede negar que The Fall es una de sus fuentes de inspiración, no hay más que oírle cantar. Se ha apropiado de muchas de sus inflexiones y termina las frases de una forma muy parecida a la de Smith.
Podría ser también una canción de Fontaines DC, una de las bandas actuales que más me gusta. La estela de The Fall a lo largo de los años. Seguro que Smith lo consideraría premeditado, demasiado cerebral y ordenado para su visión caótica de la música. El personaje de la canción parece ser el típico inglés bebiendo en un pub, un tema recurrente en el imaginario de Smith. Y en su vida, obviamente. Su dicción gangosa da toda la veracidad a frases como “Mi estómago de mariposa /gruñe y gruñe/ tomé una jarra de café / luego tomé algunas de estas/ Y ahora estoy totalmente conectado”.


“Me recuerda a LCD Soundsystem; podría ser también una canción de Fontaines DC, incluso el fraseo extraño de Mark E. Smith es lo mismo que le ocurre a Lou Reed”.
A veces le gustaba jugar a inventar palabras, de hecho el final de “Totally Wired” consiste en un balbuceo ininteligible, unas cuantas frases improvisadas para engancharse de nuevo al efectivo estribillo final. Volvemos a la pregunta, ¿Es esto cantar? Para mí sí lo es, aunque sea difícil escribir en un pentagrama la línea melódica. Lo mismo ocurre con Lou Reed, al que Smith admiraba. Es un fraseo extraño y característico, a medio camino entre el habla desganada, el grito punk y la rítmica del rock and roll. Un recitado que no resulta monótono ni pretencioso, que suena descarado y escupido al micrófono.

En cualquier caso, me parece una canción cantable y bailable. Un anti hit. Y no es el único en su discografía. Una década después, en un ya más producido y electrónico The Frenz Experiment (1988), se incluía un tema como “Hit the North”, una canción que respira el mismo ambiente y de estructura similar a “Totally Wired”, pero más cercana a lo que en aquella época se hacía y se escuchaba en Manchester.
Si no habéis visto 24 Hour Party People (2002), la película de Michael Winterbottom, os la recomiendo para un día lluvioso como el de hoy. Además de ser muy divertida, recrea perfectamente la escena que estalló en la ciudad en los ochenta, con Tony Wilson como maestro de ceremonias. Eso sí, no recuerdo que The Fall apareciesen en la película. Tengo que volver a verla.

“Totally Wired” sí aparece sampleada en una canción de The Justified Ancients of Mu Mu (AKA The KLF) titulada “Next”, que tiene la osadía y el ingenio de mezclar la voz de Scott Walker (haciendo a su vez una versión de Jaques Brel, rizando el rizo) con el ritmo resacoso de The Fall y el riff de “Superstition” de Stevie Wonder, entre otras muestras a cada cual más variopinta. Toda una curiosidad. Y hace relativamente poco, un grupo tan cool como The Last Shadow Puppets hicieron su versión, anfetamínica y bastante psicodélica, para las sesiones de su último disco.
La única vez que vi a The Fall en directo fue en 2013 en el Matadero de Madrid. En youtube hay apenas un par de minutos de aquella actuación, yo estaba viéndolo desde el escenario, en una grada lateral. Smith, con dos micrófonos pegados a la boca, arrogante y mal encarado, se dedicó durante el concierto a hacerle la vida imposible a su banda, moviendo los micros, cambiando los volúmenes de los amplificadores, llevándose por delante elementos de la batería, generando acoples, largándose del escenario cuando le venía en gana para tomar respiro y beber cerveza sentado en una silla entre bambalinas.
De un tipo que decía que no escuchaba un instrumento, sino todo lo que suena en su conjunto, se puede esperar que se estuviese haciendo una mezcla de escenario a su gusto, sin importarle qué es lo que escuchaba el público. No recuerdo si tocaron “Totally Wired”, creo que no, pero me pareció un espectáculo tan fascinante como incómodo. No se le veía físicamente bien a Mark, que moriría cinco años después, pero su extraño carisma hacía que no pudieses apartar la vista de sus (pocos) movimientos.
Cuenta la leyenda que su funeral fue un despiporre, y que terminó en batalla campal. También que el suburbio en el que vivía apareció empapelado con sus fotos la noche de su muerte. Personalmente, todo lo que he leído de la vida de Smith y de cómo trataba a los que tenía cerca me hace pensar que, si le hubiese conocido, no me habría caído nada bien. Pero tengo que agradecerle haber creado canciones como esta. Y algo tendrá que agradecer también Manchester a un personaje como Mark Edward Smith. Casi tanto como a la lluvia.