Charlamos con la popular y ecléctica artista irlandesa en uno de los años más frenéticos de su carrera, durante el que pasó por nuestro país.
Estuvo visitándonos hace unos meses, actuando en varias ciudades españolas, entre ellas Valencia, en el festival Deleste, que fue el que propició esta entrevista, pero en realidad la actividad de Imelda May (Dublín, 1974) es incesante. Tiene ya fechas anunciadas por Europa para 2023, pero aprovechamos su visita del pasado verano para hablar con ella acerca de toda su carrera.
Una trayectoria que tuvo en 11 Past The Hour (2021), su sexto álbum, con colaboraciones de Noel Gallagher, Miles Kane y Ron Wood, el foco más abiertamente pop y rock de una singladura en la que también pasó por su personalísimo filtro el rockabilly, el soul o el swing de la vieja escuela. Pero también la poesía o la interpretación, ya que hace tres años debutó en el cine. El día se le queda corto, desde luego.
¿Cómo has vivido estos dos últimos años, justo antes de poder retomar la actividad en directo?
Escribí este último disco antes del confinamiento. La producción de Tim Bran, la mezcla y la edición sí que se produjeron durante el confinamiento. Y eso sí que se alargó más de lo previsto. 11 Past The Hour (2022) es un disco que hice cuando tenía que hacerlo. Responde a lo que sentía en ese momento. Puede que algunas canciones cobraran un significado distinto tras la pandemia, o puede que sintiera que algo iba a ocurrir cuando las escribía. El título llegó porque veía el número once por todas partes, y era como una invitación a abrirme de espíritu, a aceptar esa experiencia y abrir mi mente.
Cuéntame algo sobre las colaboraciones de Noel Gallagher (Oasis), Miles Kane y Ron Wood (Rolling Stones). ¿Les conocías de antes?
Sí, claro, les conocía ya a todos. A Ron desde que tenía 16, nos conocimos en un club de blues en Dublín, en su sótano. Llegué a cantar con él en una jam. Y no volvimos a encontrarnos hasta que coincidimos, muchos años después, con Jeff Beck, quien me lo volvió a presentar, porque no se acordaba ya de mí, y nos hicimos amigos. Hemos mantenido el contacto: es un tipo estupendo, y un gran músico. A Miles Kane le conocí antes de un concierto suyo en el festival T In The Park de 2011: me dijo “me vas a escuchar y te va a encantar”. Me gustó esa confianza en sí mismo. Me encantó su concierto, fue increíble. Y también nos hicimos amigos. Es un gran escritor de canciones y un gran cantante. A Noel le conozco desde hace unos años, fue Bono (U2) quien me lo presentó. Noel tiene muchísimo talento, como sabrás. Y es un tío enigmático. Es fantástico haberles tenido a los tres. También a Andrew Innes, guitarrista de Primal Scream, en un par de canciones, y a Charlotte Hatherley, quien estuvo en Ash, entre muchas otras bandas, y se encarga de casi todas las guitarras del disco. Tuve suerte de que todos me dijeran que sí.
“Hay muchas bandas increíbles ahora mismo en Irlanda”.
¿Mantienes contacto con otros artistas irlandeses actuales? En España desconocemos casi todo lo que se genera en tu país, al contrario de lo que nos ocurre con la escena británica, y supongo que habrá bandas buenas en estilos muy diversos. Fontaines DC y For Those I Love son algunas de las que más nos han impactado.
Hay muchas bandas increíbles en Irlanda. Fontaines DC son fantásticos. Inhaler también. Y soy muy fan de Pillow Queens, te las recomiendo si no las conoces, son fenomenales, una de mis bandas favoritas ahora mismo. También me gusta mucho Joshua Burnside.
Tu carrera ha estado siempre en evolución, tanto en términos de sonido como de imagen. ¿Intentas esquivar el aburrimiento? ¿Es una muestra quizá de alergia al encasillamiento?
Solo hago lo que quiero. Pero creo que es perjudicial acomodarte. En cualquier esfera del arte. Has de desafiarte a ti mismo. Ir hacia lo desconocido. Ser valiente. Y tener un poco de miedo, porque eso siempre es saludable. Significa que quieres probar algo que no has hecho antes, expandirte. Por supuesto que no me gusta que me encasillen. ¿A quién sí? Hay muchas capas diferentes en la personalidad de cada ser humano que habita este planeta. Ser conocido solo por una de ellas es muy estrecho de miras. Yo seguiré cambiando hasta el día en que me muera, porque la vida cambia continuamente. Es importante cambiar. Y es emocionante.

¿Cuáles fueron tus máximos referentes cuando empezaste a componer y a tocar?
Hay una música de blues irlandesa, Mary Stokes, que aún está en activo, a la que siempre admiré. Ella abrió un camino. También Billie Holiday fue una influencia temprana. Escuchaba mucho a Nina Simone. A Luke Kelly, de los Dubliners, cuya forma de cantar me emocionaba hasta llorar. A Howlin’ Wolf, Janis Joplin, Jim Morrison, James Brown, David Bowie, The Specials, The Cramps… me enloquecían The Cramps durante una temporada. Pink Floyd, Led Zeppelin, Gene Vincent, Ella Fitzgerald… tanta música. Todos fueron influencias tempranas para mí.
Hay artistas que en directo desmerecen su propuesta, y otros que la engrandecen. ¿Crees que tú eres de los segundos, que el directo es uno de tus puntos fuertes?
Es uno de mis puntos fuertes, pero también necesito ser buena escribiendo, decir lo que quiero decir para conectar con la gente: a veces siento que mi trabajo consiste en expresar aquello que mucha gente siente pero no sabe decir con palabras, por la razón que sea. También me gusta ser creativa en el estudio de grabación. Es divertido y emocionante. Crear exactamente aquello que quieres crear es un proceso precioso. Siempre he producido o coproducido todos mis trabajos, y, por cierto, eso es algo por lo que nunca me preguntan. Me preguntan más por mis peinados que por mis trabajos produciendo, y eso es algo que me deprime, para serte sincera. Me encanta producir. T-Bone Burnett siempre me animó a hacerlo, y mi sello también me ha propuesto que lo haga para otros artistas, pero me falta tiempo. Me puedo tirar en el estudio hasta las cinco de la mañana. Mezclar también es un arte. Tanto si pasas tiempo escribiendo como grabando, llega luego el momento de llevarlo al siguiente nivel, cuando sientes físicamente a otra gente en la misma sala, y ahí lo más importante es traducir tu música a una experiencia que la gente pueda sentir en su cuerpo y en su mente. Son todo frecuencias y vibraciones. Y mi trabajo es que esa frecuencia alcance niveles altos, que nos elevemos todos por encima de lo que somos a diario. Y que el público vuelva a casa sintiéndose estupendamente. Así que todo es importante. El arte necesita que todas las fases del proceso sean fuertes, y que la creatividad bulla. Y cuando digo fortaleza, también digo delicadeza.
“Me deprime que me pregunten más sobre mis peinados que sobre mi trabajo produciendo discos”.
Has escrito poesía en los últimos tiempos. ¿En qué medida cubre esa actividad una necesidad distinta a la música? ¿Se alimentan entre ellas?
Es más liberadora la poesía. Son dos actividades distintas, pero la poesía es más libre. No tener que pensar en los arreglos, la música, la portada del disco o cómo llevarlo al directo: puedo limitarme a escribir, cambiar el tempo, hacer dos líneas o diez folios… no importa cuánto. Mi padre me leía poesía cuando era pequeña antes de ir a dormir, en lugar de cantarme nanas, y he leído mucha poesía siempre. Crecí con Seamus Heany, Oscar Wilde, W. Yeats… tuve mucha suerte de tener un padre que me acostumbrara a eso en un hogar de clase trabajadora.
En muchas entrevistas recientes has hablado de la necesidad de tener un talante cada vez más espiritual. ¿Te resulta fácil recabar esa espiritualidad a través de la música?
Bueno, todo va sobre el espíritu. El amor. Somos más que un cuerpo. Vivimos en él, nuestro espíritu vive en él, por eso hemos de cuidarlo, para que nuestro espíritu pueda prosperar. Es algo que saben muy bien los niños, y deberíamos conectar más con eso, con nuestra cualidad de niños, que al fin y al cabo intentan parecer adultos. Pero todos somos niños. Muy jóvenes en este viejo mundo. Tenemos muchas cosas que aprender. Y hemos olvidado, como humanidad, muchas de las cosas que fuimos. Vamos en una dirección en la que corremos el riesgo de perdernos, pero también veo que mucha gente está volviendo a lo que es importante. El espíritu lo es todo. Para mí no es difícil escribir sobre esto, porque todo va sobre el espíritu. Y las conexiones entre nosotros. Todo lo demás es menos importante.

A lo largo de tu carrera has tenido la oportunidad de tocar con Jeff Beck, Jools Holland, Tom Jones… ¿qué músico te ha impresionado más en la distancia corta?
He tenido la suerte de trabajar con gente extraordinaria. No diría que ninguno de ellos me ha impresionado más que el resto, más bien me gusta rodearme de gente extraordinaria, sean o no sean famosos. Toda la gente que me rodea me inspira, por diferentes razones. Con talento y creatividad. Me gusta la energía de la gente que es grande en lo suyo. Y aprender de ellos. Es fantástico ser testigo de la brillantez de otras personas y llegar a conocerlas. Algunos de ellos ya no están, como Meat Loaf, con quien tuve la suerte de grabar, o con Lou Reed, con quien pude hacer un dueto gracias a Tony Visconti, gracias a quien también conocí a David Bowie, quien vino a verme a un programa de radio en el que colaboré con Jeff Beck, y luego salimos todos juntos a tomar algo, cuando estaba grabando Blackstar (2016). Luego me enteré de que mi colaboración con Lou Reed fue a sugerencia de Bowie. Para mí todo eso es increíble, siendo una chica de The Liberties, un barrio de Dublín. Poder llegar a conocer a Bowie, de quien siempre fui fan, o a Lou Reed, en cuyos Velvet Underground me sumergí por completo cuando era una adolescente, fue una experiencia increíble. Como grabar con Jeff Beck, que es el mejor guitarrista del mundo. Le vi hace poco y está completamente on fire, en cada disco y en cada actuación.
¿Escuchas mucha música reciente? ¿Hay alguien que te haya atrapado especialmente?
Sí, como te dije antes, me vuelven loca las Pillow Queens. Me gustan Fontaines DC e Inhaler, Heartless Bastards y cosas algo más antiguas, como Devotchka. También Blake Mills, John Grant. Siempre PJ Harvey. Tom Waits. Leonard Cohen, Kate Bush, aunque estos que te estoy diciendo no son precisamente emergentes. Hay mucho por escuchar, pero no tenemos tiempo, ni siquiera aunque viviéramos mil años. Ni para escuchar todo lo que quiero escuchar ni para leer todo lo que quiero leer.
“Ni viviendo mil años me daría tiempo a escuchar todo lo que quiero escuchar, leer todo lo que quiero leer o sentir todo lo que quiero sentir”.
Tuviste un papel en la película Fisherman’s Friends (Chris Foggin, 2019). ¿Fue tu primera incursión en el mundo del cine? ¿Qué recuerdo tienes?
Sí, y me encantó, fue una experiencia maravillosa. Me encanta tener la oportunidad de ser otra persona. Estoy leyendo algunos guiones para participar en otras películas, es algo en lo que estoy muy interesada, creo que es algo creativamente muy esclarecedor.
¿Cómo te sientes en España?
Me gusta su gente, quizá porque me recuerdan a lo apasionados que son en Irlanda, el ruido que hacen, su comida… me siento muy a gusto, como en casa. Me gusta especialmente Valencia, una ciudad con mucho arte. Me fascina su Mercado Central, el colorido de la gente. Los mejores limones que he comido en mi vida los compré allí, a un señor que solo vende limones y uvas. Me parece una ciudad mágica.
¿Tienes nuevo álbum a la vista?
Sí, siempre hay nuevos álbumes. Películas en ciernes, poesía que estoy escribiendo… no sé cómo será el próximo disco, pero tengo un millón de ideas. Tengo la suerte de que la creatividad fluya a través mío. Como te dije, si viviera para siempre, aún me faltaría tiempo para todo lo que quiero hacer.