Diversos, ambiciosos, caleidoscópicos y absorbiendo sonoridades de todo el planeta. Así son algunos álbumes cuyos adjetivos y parabienes rivalizaron (o no) en su momento con los que recoge la artista catalana.
El estupendo nuevo disco de Rosalía ha logrado que mucha gente que llevaba meses, o años, sin prestar atención a un álbum completo, lo haya vuelto a hacer. Es algo a celebrar. Y es lógico que así sea.
Porque Motomami (Sony, 2022) es diverso, ameno, comercial, inspirado y, sobre todo, atento a muchas de las músicas que se hacen ahora mismo en todo el mundo. Prácticamente inagotable, en definitiva.
Aquí estamos encantados (lo aclaramos ya) de que tanta gente haya encontrado en lo nuevo de Rosalía un motivo para dedicar más de media hora al mismo disco, e incluso interesarse por su proceso de creación y por las diversas influencias musicales que lo han surtido.
Pero el disco de Rosalía también nos ha hecho acordarnos de algunos otros discos, ya históricos la mayoría de ellos, que también se alimentaban de sonidos de muy diversa procedencia, recogidos en cualquier parte del planeta y de cualquier linaje racial imaginable (es decir, que fueron más allá de la tradicional división entre los llamados géneros negros o blancos, cada vez más obsoleta), y que hacían de su minutaje un auténtico festín para los sentidos, sin descanso alguno.
Seguro que hay muchos más, pero estos cinco admiten poca discusión, y siempre es buen momento para recuperarlos.

London Calling (CBS, 1979), de The Clash
Nadie podía esperar que la misma banda que en «1977» (año y canción) decía aquello de «No Elvis, Beatles or The Rolling Stones in 1977» se pudiera destapar con esta explosión de pop, rock and roll heredero de los cincuenta, rockabilly, soul, ska y reggae.
Un magistral paseo por la sonoridades del mundo en el que, además, Joe Strummer y compañía abordaban cuestiones como los estragos de las drogas, el desempleo, los conflictos raciales y las responsabilidades del mundo adulto sobre las generaciones venideras.
Uno de los mejores álbumes dobles de la historia (o uno de los mejores, y punto), absolutamente inagotable e inoxidable, realzado por una portada deudora de Elvis y cien veces imitada.

El león (Sony, 1992), de Los Fabulosos Cadillacs
El séptimo disco de los argentinos es el preferido de Vicentico, su vocalista. El que considera esencial. Y no es de extrañar. Es un recorrido sin desmayo por sonoridades como el pop, la salsa, el calypso, el ska, el rock o el reggae, por parte de un puñado de músicos poseídos por una curiosidad voraz y el talento para hacer canciones como «Carnaval toda la vida», «Gitana», «Siguiendo la luna», «El crucero del amor», «Arde Buenos Aires», «Desapariciones»o «El aguijón». Obra maestra del pop entendido como música popular que no entiende de fronteras, en 16 canciones sin un segundo de grasa.

Since I Left You (Modular/XL, 2001), de The Avalanches
Si alguna vez disfrutásteis de la música disco, del punk, de las canciones de Michael Jackson o Prince, del hip hop, de los viejos musicales de Broadway, de los discos de Madonna, Beatles o Françoise Hardy, de las bandas sonoras de las pelis infantiles o del bubblegum pop de bandas de dibujos animados, es imposible entonces que este no se convierta en uno de vuestros discos de cabecera.
El debut de estos australianos fue una vuelta al mundo en una hora y 18 canciones, que hacía de la técnica del sampler todo un arte. Un carrusel de sensaciones fuertes. Pura sinestesia. Prozac para los sentidos. Un subidón descomunal, para bailar de principio a fin, con los pies despegados del suelo.

My Beautiful Dark Twisted Fantasy (Roc-a-fella, Def Jam, 2010), de Kanye West
Mayestático. Desmesurado. Ambicioso. Descomunal. Cualquiera de esos adjetivos, y muchos más, servirían para describir con precisión la obra por la que Kanye West será recordado siempre.
Un disco en el que no se limitaba a recrear con maestría los géneros de raíz negra (que para eso ya tuvimos a Marvin Gaye y tenemos ahora a Kendrick Lamar o Little Simz), sino que ejercía como aspiradora que lo pillaba todo: el gospel, el trip hop o el blues rock, pero también el pop o el drum’n’bass bastardo.
Porque My Beautiful Dark Twisted Fantasy, con las colaboraciones de John Legend, Rihanna, Elton John, Bon Iver, Rick Ross, Nicki Minaj o La Roux, no era en realidad un disco de hip hop: era música pop (de popular) en deslumbrante tecnicolor.

Multitude (Mosaert/Universal, 2022), de Stromae
El abanico de sonoridades que muestra el músico belga en su tercer y más reciente álbum es tan fascinante como sus letras: va de Japón a Perú, de Bulgaria al África subsahariana, de Bruselas al Caribe.
Hay trap, música de diferentes países africanos, chanson de tradición francobelga, electrónica mundial, sonidos caribeños, cumbia andina, cantos del este europeo, sonoridades orientales… otra gran estrella que sabe como nadie hacer un barrido de las músicas del globo para incorporarlas a un repertorio sin desperdicio, que no da tregua.