Placebo son los últimos músicos célebres en sumarse a una tendencia en alza: la prohibición de usar dispositivos móviles en sus conciertos.
Cada vez son más quienes se rebelan. No quieren teléfonos móviles en sus conciertos. No quieren distracciones. No quieren lucecitas de luciérnaga brillando a su alrededor. Quieren que la experiencia sea como antes. Como hace más de dos décadas. Música y solo música, sin intermediarios de por medio en forma de pantalla.
Placebo han sido los últimos. Se han cansado. Han dicho “basta”. Se han puesto tan drásticos que incluso avisan de que expulsarán del recinto a quienes sean pillados con las manos en la masa, o sea, en el móvil. No son los primeros, desde luego. Alicia Keys o Jack White también se han distinguido por eso, en un intento de ofrecer conciertos en los que prime la sensación de intimidad.
“Bob Dylan es quien ha llevado la prohibición más al extremo, suprimiendo incluso la toma de imágenes profesionales de sus conciertos”.
Bob Dylan fue más allá que nadie, prohibiendo el uso de móviles pero también la toma de fotografías profesionales de sí mismo o de su banda mientras actúa. En sus conciertos, igual da que se enmarquen en un gran festival, las grandes pantallas situadas a ambos lados del escenario permanecen apagadas. En la gira que le trajo a España en 2019, damos fe de que la experiencia era lo más parecido a asistir a un concierto tal y como eran en 1998, pongamos. Y aunque solo fuera por la novedad, se agradecía.
Cyndi Lauper, Bruno Mars, Björk, Wilco o The Lumineers han tomado desiciones similares en los últimos tiempos, aunque fuera de modo puntual. He asistido a conciertos en los que el fan de turno se tiraba más de dos horas grabando ininterrumpidamente con su teléfono móvil.
Recuerdo uno de Springsteen en Benidorm, en 2009. Me pregunto si compensa pagar una entrada para eso. Supongo que sí. Me pregunto también a dónde van a parar todos esos videos, grabados en condiciones ínfimas, y absolutamente redundantes en tiempos en los que cualquiera puede encontrar decenas, cientos de videos similares con solo entrar en youtube. ¿Los ven a menudo quienes los graban?

Los músicos que directamente prohíben el uso de teléfonos móviles arguyen que lo que quieren es que el espectador disfrute de la experiencia. Pero quizá pasan por alto que, para una generación de público, o al menos para una parte de ella, el disfrute pasa por el filtro de la pequeña pantalla de sus móviles, incluso aunque esta interfiera entre su campo de visión y el escenario.
Lo explicaba muy bien Jorge Martí, de La Habitación Roja, en su libro autobiográfico, cuando narraba cómo discutió con una de sus hijas adolescentes porque no entendía que esta quisiera estar la mitad del concierto de Ariana Grande empuñando su teléfono. Al final, tuvo que aceptar que el concepto de disfrute de su hija no coincidía con el suyo, y transigir. Qué remedio. La condición de padres nos obliga a ser más tolerantes con determinadas conductas.
“Cada cual debería poder disfrutar de la música como le venga en gana, siempre y cuando eso no interfiera en el disfrute del vecino”.
En realidad, cada cual debería poder disfrutar de la música como le venga en gana, siempre y cuando eso no interfiera en el disfrute del vecino. Personalmente, me da igual que la gente de mi alrededor levante los brazos de forma continua empuñando un teléfono móvil, siempre y cuando no me oculte mi campo de visión y menoscabe mi disfrute. El respeto a los demás debería ser la clave. La libertad de uno termina donde empieza la libertad de los demás. Cada cual es libre de vivir la experiencia como mejor le venga en gana, pero sin fastidiar la noche al vecino.
Y por la misma regla de tres, también hay que respetar el deseo del músico de turno por que el público prescinda de sus teléfonos móviles. No son indispensables en un concierto. Por lo mismo que tampoco lo son las cámaras de fotos, salvo imperativo profesional. La música existe hace siglos, en diferentes formas y formatos, y nunca ha necesitado que por narices alguien tenga que inmortalizar el momento. Ahora, que todos cada uno de nosotros somos reporteros en potencia, menos que nunca. Así que lo conveniente es, si no celebrar la decisión de Placebo y compañía, que igual hasta puede herir la susceptibilidad de alguien, al menos respetarla.