La artista filipino-británica se suma a otros nombres de la generación Z que reviven el culto a Avril Lavigne, Lisa Loeb, Nelly Furtado y otras estrellas femeninas de finales de los 90 y principios de los 00.
El tiempo pone (a veces) las cosas en su sitio. Y el pop se nutre de su propia nostalgia. Se retroalimenta continuamente. Nos empeñamos en asignar categorías genéricas por su edad a los artistas: quienes tienen ahora entre 15 y 25 años, obviamente, entrarían en la categoría de generación Z. Pero no todos se dedican a hacer trap, reggaeton, hip hop o bedroom pop. Ni mucho menos.
Los hay quienes, como Beabadoobee, con solo 22 años, tienen la mirada puesta en aquella música que estaba de moda cuando ellos apenas ni siquiera habían nacido, seguramente porque esos fueron los primeros discos que encontraron en las colecciones de sus padres. Y eso siempre marca. Y mucho.
Lo bueno de todo esto es la ausencia de prejuicios con la que la mayoría de estos artistas componen. Sus discos suelen ser un carrusel de estilos distintos, aunque eso tampoco sea un patrimonio exclusivo de quienes son tan jóvenes: basta escuchar lo último de Beyoncé, quien ya tiene sus cuarenta años, y ha hecho otro formidable disco que también parece una mixtape, formada por distintos afluentes de la música de baile de los últimos cuarenta años.
Otra consecuencia positiva es el modo en el que arrojan nueva luz sobre discursos que, hace años, nos parecían de un gusto más que dudoso. Es como si los legitimaran por la vía de la apropiación. Como si su aproximación, a veces irónica, guasona y sin pretensiones, nos deparase una nueva mirada con la que digerir mejor todo aquello.
Digo todo esto porque Bea Kristi, que es el nombre real de la artista filipino-británica que se esconde tras el alias Beabadoobee, tiene entre ceja y ceja la música de una serie de músicos y músicas que, a finales de los noventa a mí me irritaban especialmente: los Sixpence None The Richer, Natalie Imbruglia, Lisa Loeb, Nelly Furtado, Meredith Brooks o Jewel.
Autores, generalmente autoras, de canciones blanditas, algo ñoñas, de una ingenuidad (engañosa, en este negocio siempre se trata de vender, como en cualquier otro) que a mí entonces me parecía algo boba, perfecta para sonar en las emisoras de FM, en la MTV (cuando aún emitía música, y no reality shows) y en los anuncios de la tele. Música a la que particularmente nunca seré adicto, ni mucho menos. Pero que ya no me molesta tanto como cuando tenía 25 años. Y menos si su eco me llega filtrado a través de las canciones de Beabadoobee.
Como ya le ocurría a Soccer Mommy respecto a Avril Lavigne (otra figura, esta de principios de los 2000, tremendamente reivindicada por músicos que ahora rondan la veintena), las sombras de muchos de esos nombres figuran en las canciones de Beatopia (Dirty Hit/Music As Usual, 2022), lo último de Beabadoobee. Pero, como decía, no es lo mismo escucharlas bajo su filtro, por suerte. Por cierto, que hay hasta una canción que se llama «Broken CD». Sí, «CD roto». Sintomático. ¿Alguien lo tiene aún como el formato preeminente que fue hasta hace tres lustros?
Puedes detectar el ascendiente de Avril Lavigne en «10:36», el de Nelly Furtado en «Sunny Day» o el de Sixpence None The Richer en «See You Soon». Entre muchas otras. Hasta la de los Garbage más azucarados en «Talk», que por algo es la más guitarrera, y es la que incluimos en nuestra playlist de septiembre.
Beabadobee no ha hecho un disco perfecto, quizá tampoco lo pretendiera, pero aquí lo relevante es lo bien que refleja eso que también les ocurre a sus amigos de The 1975 (habrá que ver si lo solventan con su nuevo disco, el 30 de este mes), que por algo Matt Healy le ha regalado «Pictures Of Us»: su condición de disco como si fuera una lista de reproducción. Diverso, desigual, irregular, sin pátina de uniformidad, como una especie de menú de degustación musical del que picotear sin ideas preconcebidas ni expectativas demasiado ambiciosas.
Al fin y al cabo, eso también es parte indisoluble de su encanto. Aunque no haya que descartar que algún día nos entregue un disco sin costuras ni grietas.