Charlie Watts, Chick Corea, Phil Spector o Franco Battiato nos dijeron adiós para siempre, pero su música perdurará durante generaciones y generaciones.
Hay dos formas de interpretar la muerte de un músico de renombre: lamentando que su obra no vaya a tener continuidad o brindado por la nostalgia de aquellos tiempos en los que sus discos nos alegraban la vida. El abatimiento, la pena, es común a ambas.
Lo habitual, dada la actual esperanza de vida, es que la segunda tesitura sea la más habitual. Músicos que ya dieron lo mejor de sí mismos. Más trágico es cuando se quitan la vida de forma prematura, o cuando nos dicen adiós por una desgracia súbita o una enfermedad repentina.
“Entre las despedidas precoces y prematuras, apenas destacó la de Sophie, uno de los valores del pop electrónico más audaz e inclasificable”.
No ha sido este un año muy dado a ese tipo de decesos. La mayoría de músicos célebres que han expirado eran ya leyendas en lo suyo. Artistas de una edad más que respetable. Pero eso no hace que el agujero que nos dejan en el pecho sea menor. Ni mucho menos. Todos eran consumados maestros en lo suyo. A bote pronto, tan solo la escocesa Sophie, escocesa de 34 años y una de las más prometedoras figuras del pop electrónico más audaz e incalsificable, engrosa el saldo de bajas absolutamente precoces e inesperadas.
Quizá en el mundo del rock nadie vuelva a tocar las baquetas de una batería con la misma elegancia, saber estar y pulso jazz que Charlie Watts, la flema de los Rolling Stones. Tampoco nadie trazará los eruditos puentes musicales entre oriente y occidente, ni basculará con la misma destreza entre lo culto y lo popular, que Franco Battiato. No creemos tampoco que vuelve a existir otro oculto talentazo pop como el de Mike Nesmith, un creador de canciones cuyo arte fue mucho más lejos de lo que se intuía por la carrera de sus Monkees.

La fusión jazz no volverá a ser la misma sin el enorme Chick Corea. Ningún muro de sonido sonará con la señorial grandilocuencia del de Phil Spector. El gracejo de la mejor música disco en italiano echará por siempre de menos a la radiante Raffaella Carrà. Y nuestras verbenas de verano rendirán (seguro) un merecido homenaje a uno de sus grandes monarcas, Georgie Dann, un generador de melodías facilonas (y memes cachondos) a quien nunca se le reconocerá suficientemente su labor: algo tan aparentemente fácil pero en realidad difícil como es hacérselo pasar bien a la gente en sus momentos de asueto y desconexión mental. La comedia siempre cotizó por debajo del drama.
Las crónicas periodísticas de los conciertos que se celebran en nuestro país no volverán a ser las mismas sin las fotos de Xavier Mercadé. El periodismo musical tampoco será exactamente el mismo sin tener a mano al irreductible Oriol Llopis, aunque solo sea para que nos cuente algunas de las batallitas de aquellos tiempos en los que era poco menos que nuestro Lester Bangs, el maestro de nuestra prensa más kamikaze.
“Nuestras crónicas periodísticas echarán de menos la cámara de Xavier Mercadé, mientras que con Oriol Llopis se fue el maestro de la prensa musical más kamikaze”.
También nos dijeron adiós para siempre Sylvain Sylvain, de los míticos New York Dolls, grandes precursores punk; Gerry Marsden, de Gerry and the Pacemakers, una de las grandes formaciones del mersey beat coetáneo a los Beatles; Susan Anway, la voz femenina durante años de los exquisitos Magnetic Fields; Paddy Moloney, puntal del folk irlandés de los legendarios The Chieftains; Margo Guryan, una de las grandes voces del folk británico, o el mítico Lee “Scratch” Perry, genio y figura de la ciencia del dub en particular y de la música reggae en general, a quien aún pudimos ver en directo, ya octogenario, en festivales como el Rototom.
Como decía aquella vieja canción de los siempre reivindicables A House, cuyo videoclip os dejamos aquí abajo, “All dead, yet still alive, in endless time, endless art”. Arte sin fin. Inmortal. Los seguiremos disfrutando mientras estemos aquí.