Charlamos con el músico y productor catalán al hilo de Joia, nuevo trabajo con el que cerró un año que fue para él tremendamente productivo.

(Fotos: Silvia Poch)
Ferran Palau es uno de nuestros músicos más singulares y prolíficos. Su pop cadencioso, sensual y volátil, es su principal seña de identidad, y ha creado escuela en un tiempo casi récord. Despide este 2021 no con uno, sino con dos discos. Parc (Hidden Track, 2021) fue el primero, durante el primer trimestre del año, y ahora acaba de publicar Joia (Hidden Track, 2021), un trabajo que se desmarca de su habitual sonoridad para adentrarse en su vis más íntima y acústica, en colaboración con el plantel de artistas (prácticamente todas mujeres) con quienes comparte sello discográfico: Maria Hein, Iris Deco, Anna Andreu, Carlota Flâneur, TWIN, Júlia o el grupo Junco y Mimbre. Una buena ocasión, en resumen, para hablar con él sobre este nuevo disco y también sobre sus referentes sonoros, visuales e incluso cinematográficos.
El disco se llama Joia. ¿Pensaste en el título teniendo en cuenta el doble sentido en catalán, como «joya» y «alegría»?
Sí, y tanto. Me interesaban ambas lecturas, que son perfectamente correctas para el disco. Es un palabra un poco especial. De hecho, mi pareja, Louise (Sansom, jefa del sello, Hidden Track) me recordó que hace años queríamos poner este título a un disco de Anímic, nuestra formación anterior, que al final se llamó Hannah (2001). Otra canción de Anímic la tituló como «Gem», que es «gema», pero con el concepto de la «joia». Y ella empezó a desplegar el concepto alrededor de este título, a darle sentido y hacer que encajara.
¿Es verdad que el disco nace del intento por tu parte de hacer una película sobre una secta?
Sí, justo cuando empezaba el año, estaba a punto de salir Parc (Hidden Track, 2021), y ya tenía un par de estas canciones, había estado en el rodaje de una colaboración que hice con el grupo b1n0, que se llama «Bum Bum», el videoclip está en youtube, y en ese rodaje conocí a Bruna Cusí, que es una actriz catalana, que creo que tiene un Goya y todo (N. del R: por mejor actriz revelación por la película Verano 1993), la admiro mucho porque fue impresionante para mí ver cómo actúa de verdad y cómo se hace una escena dramática, y eso me hizo crecer el gusanillo de que me gustaría hacer una película. Como siempre estoy liado con videoclips, y es un mundo que me llama mucho. Y pensé en hacer canciones, pero sin la presión de estar haciendo un álbum.
«Tuvimos que reconducir la idea de la película que quería hacer, que iba sobre sectas, a lo que ha sido «Joia»».
Fue como si estuvieran fuera de mi proyecto personal, para tener como un marco más de libertad, más abierto, de no sentirme presionado a nivel de estilo ni de estética. Simplemente componer canciones que sean bonitas, para una película. Y eso me dio mucho impulso creativo. Estaba liado con otros trabajos de producción, pero veía que este tipo de canciones me salían fácil. Las fui acumulando hasta que tuve la necesidad de sacarlas, y claro, la película ni estaba ni empezada. Había tirado algunos cables, incluso había hablado con Bruna Cusí para actuar en la película, pero me puse impaciente. Una peli tarda dos o tres años en concretarse, y no me puedo esperar todo ese tiempo a que salgan estas canciones. Recondujimos la idea de la película, que iba sobre sectas, a lo que ha sido este lanzamiento. Que no significa que no siga trabajando con la idea de la peli, pero ya sin ese ansia.
Supongo que el concepto visual del disco parte de ahí, ¿no? Todas las artistas y trabajadoras del sello vestidas con túnicas amarillas, como si fueran una secta.
Fue idea de Louise (Sansom). ¿Por qué no coges estas canciones y las vinculas con el sello, con esta idea de las sectas aplicada a una especie de secta ficticia representada por las artistas del sello? Eso me dijo. Y a finales de agosto configuramos entre los dos esa idea. Ha sido muy rápido. Y todo encajó. A ellas les encantaba la idea, y como además cuesta mucho que nos encontremos todas en el mismo espacio, pues era también una forma de vernos el día del rodaje y de las fotos, y así también hacíamos un poco de comunidad. Este es un sello muy especial. Hay fraternidad entre los artistas. Nunca me he sentido tan así en un sello discográfico, en el sentido de que va más allá de la gestión. Nosotros nos implicamos mucho con las artistas, y ellas con nosotros. Y eso nos convierte en una especia de secta, por decirlo así.

¿Se puede decir que Hidden Track, además de ser un sello que imprime una personalidad característica a todo lo que edita, es también como una gran familia?
Absolutamente. Lo hemos procurado desde el principio, y está forma de enfocarlo está dando frutos ahora. Creo que también es una necesidad de crear un vínculo especial, un pequeño universo donde nos sintamos protegidos en un momento en el que todo es más difícil en este mundo, porque tener una carrera musical es muy complicado y te puedes sentir como muy desprotegido y vulnerable. Y poder dar ese espacio de protección y seguridad a las artistas es nuestro concepto de sello. Va mucho más allá del simple hecho de cerrar conciertos o sacar discos. Nos implicamos en todo el proceso, desde la canción, su producción, su grabación, las fotos, el diseño, el videoclip… es un sello 360 grados, totalmente. Y eso crea un vínculo especial.
También este disco te habrá oxigenado un poco, ¿no?, tras varios trabajos en los que ibas añadiendo ligeras capas a tu propio sonido, por muy depurado que fuera.
Creo que, aunque siempre me he preocupado mucho de las letras y las composiciones, llevo unos años muy concentrado en depurar un estilo propio y reconocible. Incluso aquí en Catalunya ya se ha convertido en un género estándar, y empiezan a salir mogollón de bandas sonando así. O como El Petit de Cal Eril, que Joan Pons es, junto a Jordi Matas, como mi hermano musical. Juntos nos hemos ido inventando esta pequeña escena. Y está de puta madre, es algo que me encanta, pero ahora tenía la necesidad de publicar música pero sin preocuparme por el estilo ni la estética, y demostrarme a mí mismo que no necesitaba todo ese imaginario y todo ese universo estético para ser yo mismo y para ser reconocible. Probar que con solo una guitarra puedo ser reconocible al instante. Ese pequeño reto me daba muchos nervios, porque era como salir en bolas a un escenario, y supongo que es una forma de ponerme pequeños retos para que todo esto sea un poco más emocionante.
¿Has llegado a pensar que esa especie de pop metafísico que habéis patentado, y que tantas otras bandas nuevas están siguiendo, puede convertirse en un cliché, y que en este disco necesitabas defender más la canción por la canción, y no por el sonido?
Exacto. No sé si se puede convertir en un cliché, lo que sí creo es que si este disco lo hubiera arreglado siguiendo la estética de mis últimos discos, quizá habría tenido la sensación de ser una parodia de mí mismo. Empiezo a tener este tipo de sensaciones a la hora de crear nueva música con ese sonido. Tengo bastante claro que mi sonido necesita tiempo para evolucionar, pero tengo una urgencia creativa a la hora de componer y de comunicarme con mi público. Y como mi sonido necesita más reposo, pensaba que sacar este disco me daba ese tiempo, era como una especie de reset.
Y quién sabe si necesito seguir con este mismo sonido, o romper con él, o descubrir nuevas músicas que me lleven a otro lugar. Si hemos llegado al sonido de los últimos discos es porque hemos escuchado mucha música negra, hip hop, y al mezclar nuestra esencia con esos sonidos, se creó. Pero quién sabe si me pongo a escuchar otras cosas y de repente se abre otra puerta. No tengo ni idea. Ha pasado todo muy rápido. Hemos quemado lo del pop metafísico. Y no sé si se ha gastado o simplemente necesita un reposo. En cinco años no hemos parado de sacar discos y de girar.
«Empiezo a tener la sensación de que no quiero convertirme en una parodia de mí mismo».
También es verdad que ahora lo quemamos todo muy rápido, las modas duran un suspiro.
Totalmente, y da un poco de vértigo. Y un poco de ansiedad. Porque tú no te puedes estar reinventándote todo el rato para sorprender a la gente. Tampoco es que sea esa mi intención, sorprender a nadie, ni esté muy pendiente de la opinión de la gente. Estoy en esto porque lo necesito yo. Pero sí que hay un ímpetu de comunicarte con el público y hacer una música que sea transversal a todos los géneros y edades.
Hablando de comunicación, recuerdo que el año pasado me comentabas que habías aprendido a comunicar con tus canciones de un modo más directo, con un lenguaje más sencillo. Y este es un disco de canciones de amor, sobre todo. ¿Te ha ayudado eso, que al fin y al cabo es tu trabajo, a comunicarte mejor en la vida diaria con la gente de tu entorno?
Absolutamente, porque yo no soy una persona muy sociable, y no sé si lo sería si no fuera por la música. Soy una persona bastante retraída, en general, no suelo salir por salir, y la música es lo que me empuja a estar todo el día fuera de casa, conocer bandas, ir a festivales, todo ese mundillo que al final me enriquece mogollón y que me encanta. Pero en el que estoy ahí porque estoy obligado a estar ahí (risas). Soy muy perezoso, y es posible que sin la música me costara mucho más socializar. La música me ha hecho crecer y madurar en ese sentido, y tener más seguridad en mí mismo.

Este año has producido los discos de Maria Hein, Iris Deco y Carlota Flâneur. ¿Te ha influido ese trabajo a la hora de hacer tus canciones o son labores que no tienen nada que ver?
No tanto su música como el estar con ellas, conocerlas, hacerme amigo de ellas, porque los músicos necesitamos que nos ocurran cosas, y cuando haces música con alguien es como algo muy profundo, mucho más que cualquier otra cosa. Es algo muy íntimo. Quizás llegas a conocer más a esa persona que mucha gente que conoce solo la parte social. Y eso es un privilegio muy grande, y provoca creatividad, en conversaciones, que se te quedan dentro y te nutren luego a la hora de hacer tu propia música. Creo que yo recibo más de lo que les doy.
También me da la sensación de que no debes ser un productor muy intervencionista, que dejas hacer bastante.
No, para nada lo soy. Soy muy pasivo en estudio, eso me lo dijo Louise (Sansom) antes de empezar, que tuviera en cuenta, sobre todo, que son sus discos, y no mis discos. Y esa frase me marcó, porque con mi música sí que soy muy dominante. Hay que encontrar la forma de hacerlo bien cuando trabajas para otras personas, y al final te das cuenta de que las cosas salen solas. Yo soy alguien que está ahí, haciendo que haya más fluidez entre el ingeniero y el artista, y puedo tocar la batería o los teclados, y hacer de productor, pero yo propongo y la jefa siempre es la artista. Si algo no les convence, fuera. Aunque a mí me parezca que es una maravilla. Y si algo no funciona, hago que pase rápido. Y si sucede algo mágico, intento capturarlo. Me gusta que vaya rápido todo, que sea fresco, y que sean ellas quienes toman las decisiones y se sientan representadas en el disco, aunque luego una batería pueda sonar a Ferran Palau porque la toque yo.
«La peli de «Anette» es puta poesía todo el rato, me encantó».
¿Has escuchado algún disco reciente que te haya impresionado?
Mira, ahora estoy escuchando el disco de Little Simz. De lo que más me ha gustado este año. Uno de esos discos mágicos que no se desgastan. Una maravilla. Y acaba de salir el disco de los Idles, de quienes soy muy fan, y también me ha gustado mogollón, sobre todo «Car Crash», que es una canción que me he puesto 50.000 veces porque me parece una genialidad. Idles es un grupo que demuestra que lo importante no es lo que haces sino cómo lo haces. Su fórmula se ha repetido millones de veces, pero de repente ellos son muy nuevos, frescos. La obra de arte son ellos.
¿Y películas o series? En tu último disco reconocías la influencia de algunas pelis de terror de los años ochenta.
Que me haya petado la cabeza, no sabría decirte. Las cosas que te marcan de muy joven son especiales para ti, no significa que sean más buenas. Simplemente te llevan a un lugar mágico. Veo mogollón de cosas de ahora, pero no tantas me llegan a marcar. Me gustó muchísimo, por ejemplo, la peli de Anette (Leos Carax, 2021). Me encantó. Mi mujer me dijo que la estaban criticando por ser demasiado estética y no tener contenido, y a mí me pareció todo lo contrario. Es puta poesía todo el rato. Una narrativa diferente, que a mí me gusta mucho más. Como ocurre con David Lynch. No es realismo, es como una fantasía, pero yo conecto mucho con eso, todo el rato. Y eso que los musicales me cargan un poco. Y el personaje del muñeco me encantó. A mí solo tienes que ponerme un muñeco en una película para que me fascine. El muñeco diabólico es otro de mis referentes totales, también porque de pequeño flipaba con él. Yo quería ese muñeco en casa.