El madrileño Marcos Crespo despunta entre lo mejor del pop español más reciente con un notable primer álbum de pop subyugante.
Hay un mucho de oscuridad, un poco de esperanza y un tanto de vulnerabilidad en las canciones que entona Marcos Crespo al frente de su proyecto, Depresión Sonora. Quizá por eso conecten con tanta gente. Es de Vallecas, tiene 24 años y maneja como pocos los presupuestos de eso que desde hace casi cuatro décadas se llama post punk (o after punk, en la acepción viejuna) pero con una sensibilidad muy de ahora.
¿Puede poner de acuerdo a fans de veinte, treinta, cuarenta o incluso cincuenta años, en esta época en la que parece que toda la música está sujeta a nichos por edad o por estilo? Parece que sí. Eso queremos pensar, a tenor de la entusiasta acogida que está teniendo su reciente segundo trabajo, El arte de morir muy despacio (Sonido Muchacho, 2022), que llega poco más de un año después de Historias tristes para dormir bien (Sonido Muchacho, 2021), su segundo EP.
La receta parece bien sencilla, pero si lo fuera tanto, cualquiera podría lograr lo mismo. Y resulta que no. Sintetizadores expansivos, teclados obsesivos, punteos de guitarra hipnóticos, textos que comprimen cierta desazón generacional y una voz que transmite ese desasosiego desde una emotividad vidriosa, como la portada de este disco. Y todo con una gran economía de medios, con un sonido de bajo presupuesto que también tiene buena culpa de que estas canciones conecten con la generación del bedroom pop.

Cualquiera que alguna vez se haya emocionado escuchando a The Cure, Joy Division, Depeche Mode, New Order, Parálisis Permamente o Décima Víctima, encontrará placer en alguna de estas once canciones. Pero también quien disfrute con La Plata, Rojuu, Goa, Ghouljaboy, Margarita Quebrada, Alizzz o VVV [Trippin’ You].
En la música de Depresión Sonora hay honestidad sin dobleces ni cinismo postmoderno. Todo suena irremisiblemente sincero. Conectando con el espíritu de estos tiempos. Y con una habilidad cada vez mejor madurada para encadenar canciones dinámicas y con gancho. Pasando con nota la prueba del algodón del primer elepé a la antigua usanza: once canciones en casi cuarenta minutos. Un disco para zambullirse en él y dejarse perder.