Ricardo Lezón entabla una larga, exhaustiva y apasionante charla sobre la creación con el escritor y guitarrista de Vetusta Morla, que publicamos en dos entregas. Esta es la segunda.
Tras un buen rato de charla, la mañana va avanzando entre ráfagas de viento huracanado que parecen intentar arrancar los arboles del bosque para plantarlos en otro lugar y el olor a café al que me he hecho adicto desde que llegué. Se nos va la conexión varias veces, y en la grabación que ahora escucho se oyen blasfemias contra la tecnología de alguien que no sabe ni programar un horno.
Por fin se restablecen las comunicaciones, y recordando algo que hablé con Anari, le pido a Guille que me cuente desde su oficio de compositor cómo lleva el proceso de creación: el viaje transformador que emprenden las canciones desde que aparecen en tu habitación hasta que se graban en un estudio. Anari y yo tenemos mucho miedo de que todo se desintegre o se convierta en otra cosa.
«Es uno de los puntos más estresantes y más importantes. Al final un disco es el resultado de un montón de decisiones. Para que una canción se convierta en una gran canción, tienes que tomar muchas decisiones buenas. Muchas veces parece que crear es ir proponiendo cosas, y muchas veces lo más importante es descartar».
«En mi caso, estando en un grupo y entendiendo que todos aportamos y que en ese lugar en donde la idea original se va contaminando en lo bueno y en lo malo aprendes a ir apartándote de la idea original, con el tiempo estoy siendo cada vez menos obsesivo con el «esta cancion debe ser así», porque si no, te acabas convirtiendo en una especie de policía del proceso y acabas sufriendo y haciendo sufrir».
«Yo soy de los que escuchan las demos mil millones de veces, porque me reconforta que es algo en potencia y que puede ser de mil formas, soy muy benévolo con las demos, y después llega el disco y me da el bajonazo porque la canción ya es así. Cuando está grabada es un poco la muerte de la canción, ya no se puede cambiar. Tenemos la suerte de poder cambiarla después en los directos, eso no lo tienen las películas, por ejemplo. Si te quedas con una espinita la puedes cambiar en el directo».
Pero se queda en el disco, jajaja. «Exacto, por eso jamás escucho los discos antiguos. De hecho, me genera una sensación entre pudor y lupa, aunque es verdad que también estoy aprendiendo a dejarlo pasar. Que con los años el umbral de perfección tambien cambia. Soy más indulgente, por salud mental y por disfrutar del proceso. Intento vivir el día del estudio como algo muy especial. Como dice Manuel Martín Cuenca, con quien estoy grabando una película, al día de rodaje hay que venir vestido de boda y con puro».
Yo, los días de estudio, los vivo como si estuviese en el mismísimo infierno. Me llevo muy mal con las repeticiones, con lo ordenado, la claqueta, lo planeado, como en la vida. Sufro mucho. Y también escuchando los discos anteriores. Lo único que odio más que escuchar solo mis discos es escucharlos con gente. Ese sentimiento del que hablabas de pudor, vergüenza y desastre compartido, se eleva al cubo. «Yo me voy, directamente, si ponen el disco me largo y calculo el tiempo que dura el disco para volver».
Odio la revisión tambien, hasta el extremo de sacar los libros sin haberlos releído, se los mando a mi amigo Ricardo para que corrija faltas pero sin tocar nada intocable, y lo mando. Cosas y maneras. Volviendo a aquella tarde noche en Córdoba, me llamó la atención que Guille no quisiera cantar: finalmente lo hizo, y fue muy bonito descubrirle como intérprete, escuchar aquella canción acompañada únicamente de una guitarra delicada y de la reverb natural de aquel lugar especial. Fue un momento realmente bonito. En mi ignorancia, pensé que la canción no pertenecía al repertorio de Vetusta, y eso me llevó a pensar que quizás se estuviese fraguando algo en solitario.
«Jamás escucho los discos antiguos, me genera una sensación entre pudor y lupa, aunque es verdad que también estoy aprendiendo a dejarlo pasar».
«La canción era «Profeta de la mañana», es una cara B de Vetusta. Lo que pasa es que yo intento desvincularme un poco del grupo: entiendo que cuando voy a presentar el libro, siempre me lleven un poco al grupo, y yo precisamente si escribo libros es para lo contrario. No en el sentido malo, mi vida es Vetusta, estoy agradecidísimo y somos lo que somos por la suma de los seis, pero es verdad que al final estoy presentando algo que tiene que ver con la literatura, con algo mío, y que te pidan cantar se me hace un poco como cuando al futbolista le pasan un balón en la presentación y le piden que le dé unos toques».
«Cuando voy a presentar un libro, ¿por qué tengo que cantar?. También hay otra cosa, y es que yo compongo, hago canciones pero no canto, no soy solista, entonces tampoco me parece bonito de cara a mis compañeros andar por ahí cantando canciones de Vetusta. Entiendo los contextos, y de hecho, cuando lo hice en Córdoba, quedó muy natural. Me gusta separarlo. En Vetusta canta Pucho y las debe cantar Pucho. Esta historia del poeta que tiene que cantar no me agrada mucho. Me gusta cantar cuando lo decido. Si voy a presentar un libro prefiero hablar del libro».
Estamos de acuerdo en esto: a veces, casi siempre, apetece o necesitas separar la parte de tu mundo que dedicas a escribir poemas de la que se centra en escribir canciones. Te gusta sentir esa distancia. En mi caso, suelo cantar cuando me llaman para hablar del libro, lo hago porque me sale y porque me gusta, también porque me cuesta menos cantar que hablar y porque muchas de esas canciones comenzaron siendo poemas, es decir, que siento esa distancia como un pequeño salto. Lo mismo me ocurrió en lo musical, grabé Esperanza (2017) con mi nombre más por falta de disponibilidad de los otros McEnroe que por sentir que me quedaba algo dentro que con McEnroe no podía explorar.
«Yo con el tiempo me he dado cuenta de que había composiciones, canciones y formas de entender la música que no estaba desarrollando en Vetusta. Vetusta es una banda muy cambiante, pero es verdad que tengo cosas que sé que no van a ser para Vetusta. A veces me junto con otra gente para hacer cosas y tengo repertorio que esta ahí, pero tal vez me falta el arrojo para defenderlo. Ahora no estoy en esas. Es un reto súper interesante, pero siento que ahora no es el momento».
¿Y otros sitios? ¿Hay algo que tengas hirviendo en la cabeza, que tengas muchas ganas de hacer?. Yo sueño con poder grabar algo algún día, rodar algo, un pequeño corto o una película de quince horas, algo visual. No tengo ni idea de nada, no sabría ni cómo empezar, pero sé que un dia lo intentaré.
«Vengo del mundo de la imagen. Trabajé un tiempo montando documentales, piezas. Sobre todo en la primera etapa de Vetusta: estaba muy encima. Con el tiempo lo he ido dejando en manos de gente que sabe y a la que, además, admiro. También me gusta mucho la fotografía. Me reconforta, me hace sentir bien».
«Me han dicho muchas veces que publique un libro de fotos, pero no siento la necesidad de convertirlo en algo práctico, prefiero tenerlo en un ámbito privado. Esquivo la presión, no quiero tener el estrés de ser juzgado. Tengo ese punto de preferir hacerlo en la retaguardia. Ahora estoy trabajando en bandas sonoras, y me he sentido en un campo en el que estoy a gusto, en mi estudio, detrás. Si alguna vez haces una película, me llamas y matamos dos pájaros de un tiro». Jajajajaja, sería acojonante.
Tal vez todo venga de mi crisis de los cincuenta: conseguí regatear, no sé cómo, la de los cuarenta, pero la de ahora me ha pillado de lleno, como al rezagado en San Fermín, y me han entrado las prisas y han llegado las erupciones y el tic tac. Algún día haré algo visual y te enseñaré esta grabación para que no puedas huir de tu promesa.«Es muy bonito saber que aun nos quedan cosas a las que enfrentarnos por primera vez. Tener en la tripa el miedo de saber si voy a poder hacer algo. Es un privilegio que hay que disfrutar».
«Es muy bonito saber que aun nos quedan cosas a las que enfrentarnos por primera vez, es un privilegio que hay que disfrutar».
Nuevos problemas técnicos, nuevo huracán sobre la isla. El bosque agitado. «Aquí en Madrid ha amanecido naranja. Un viento saharaui que quema». Pues este bosque así, y en esta casa aislada, da un poco de acojone: la primera noche la pasé sentado en una mecedora en el porche con un rastrillo como arma por si me atacaba la famosa rata-perro de Formentera. «Jajaja, ¡allí solo hay lagartijas! Te pasa como a Álvaro, el bajista de Vetusta, que un día en el aeropuerto no quería facturar. Decía que a él no le daba miedo viajar, le daba miedo que viajaran sus maletas».
Seguimos con las letras, que son lo nuestro, tambien los miedos, el miedo a las letras, a qué escribir. El otro día un amigo que escribe letras en un grupo me decía que no tenía una vida tan interesante como para escribir sobre ella. Hablábamos de Mark Lanegan. Decía, «claro, con esa vida llena de adicciones, cárcel y problemas, tienes más de dónde sacar».
«Conozco a mucha gente con una vida apasionante que no ha escrito una línea en su vida, y al revés también. Creo que lo importante es saber transmitir las vivencias, sean las que sean, con un sentimiento, convertirlo en una emoción que llegue fuera. Está claro que lo que te sucede en la vida es una parte crucial de lo que escribimos, pero también hay que tener un oficio y habilidad para emocionar».
«Volviendo al cine, no sé qué tipo de vida tenía». Mucho deporte no hacía, eso seguro. «Jajaja, era un tipo muy metido para adentro, que dejó de tener relaciones con su mujer a los treinta y cuatro años y se dedicó a su oficio, pero luego ves sus películas y flipas. No todos tenemos que ser Hemingway».
Sí, de eso acabamos hablando, tambien es más difícil emocionar con una canción que hable de ir a comprar el pan que con una que cuente que te has metido cuatro picos o que te persiguen diez coches de policía ¿no? Es como en la poesía, se puede encontrar en las cosas mas nimias.
«También creo que venimos de una generación donde la vida y la obra de los personas estaba muy ligada a los excesos y a la idolatrizacion de ese exceso como algo romántico. Creo que eso, ahora, ha cambiado. Ese personaje torturado que llevaba un halo evocador está siendo sustituido, creo. Si te fijas, la mayoría de las grandes estrellas de ahora tienen una vida más parecida a la de Cristiano Ronaldo que a la de Mark Lanegan. A nosotros Lanegan nos apasionaba, pero a unos chavales de veinte años quizás les importe un pito».
Todo cambia, sí: las drogas y el sufrimiento han cambiado, tal vez ahora el tipo torturado sea el que no recibe suficientes likes a sus historias o el que ha perdido el móvil. Ver a un chaval fumando un porro es algo vintage, como del siglo XIX. «El sufrimiento ha cambiado, ahora tiene más que ver con la salud mental y ese tipo de adicciones, está claro. En cada generación y cada modelo cultural siempre hay que encontrar el lugar del sufrimiento, y desde ahí viene la creación».
«Hay que encontrar el lugar donde somos débiles y desde ahí tender puentes de empatía». Esos cambios dan vértigo, el sentimiento de quedarte atrás o de no comprenderlos lo tengo siempre presente.
«El salto generacional ha sido más grande que nunca. Venimos del predigitalismo y convivimos con otra generación a la que hay que explicar que antes no había internet, en un choque enorme».
«El salto generacional ha sido más grande que nunca. Venimos del predigitalismo y convivimos con otra generación a la que hay que explicar que antes no había internet. Es un choque enorme. Siento también que antes teníamos un sentimiento de que el futuro existía, y ahora se ha convertido en un lugar extraño. Estamos en un momento de entreguerras, aunque suene raro decirlo. Da la impresión de que el cambio está siendo muy grande, y con una relación tan confusa con un cierto revisionismo muy raro, con la extrema derecha campando a sus anchas, un desprestigio de las instituciones».
Menos mal que nos queda Pinkerton para recordarnos que todo está mejor que hace cien años. La añoranza del pasado como algo mejor frente al presente es una trampa en la que caigo muy a menudo, y que ahora achaco, haciendo otra trampa, a esta crisis de los cincuenta que me asola.
«Suena tópico, pero es cierto que el hombre es capaz de lo mejor y de lo peor. Caemos en el error de olvidar o negar todos los avances que ha traído la evolución, los científicos, los derechos sociales, el progreso del bienestar, la seguridad social, la enseñanza publica… son cosas que parece que nos han venido dadas, y no, son fruto de un esfuerzo y de una lucha».
«Se cae ahora en negaciones, en decir que todo es la misma mierda, que los políticos son todos iguales. Creo que no es así. Me niego a creer que todo lo que ha sucedido en las ultimas épocas nos ha llevado a la mierda. Creo que es más cosa de personas e inercias y de una cierta cultura de permitir todo eso. Pero bueno, salgamos de la filosofía de barra de bar». Jajaja, los mejores filósofos y las mejores ideas suelen aparecer en las barras de los bares.
Es interesante y reconfortante escuchar una defensa del presente y de la evolución, sea donde sea. Y hablar de eso, de la evolución, nos lleva de nuevo a las frases y los poemas, a la evolución de la literatura y el lenguaje, de su papel en la música tambien. «Hay una lucha en los géneros actuales por la búsqueda de una jerga, por encontrar una manera de comunicarse que tiene mucho que ver con ciertos códigos que a mí, personalmente, aunque no los comprenda del todo, me gustan, y además me parece un clásico en lo que ha sido la historia de la música: el rock comenzó diciendo auamba baluba balambambu, que no quiere decir nada, o jergas carcelarias, luego el hip hop, repitiendo términos y expresiones que no dejan de ser códigos privados, y yo creo que es algo que está sucediendo ahora con la música urbana, y que de alguna manera genera distancia con nuestra generación, y me parece bien. Me parece bien esa distancia, es una prueba de que la musica sigue viva».
La musica sigue viva, sí, y para melómanos como Guille y yo, esa es una gran noticia. Los hemos sido y seguimos siendo buscadores curiosos que disfrutan de sus hallazgos y encuentran felicidad en el descubrimiento. Es cierto que ahora, más mayores y con más experiencia, es más difícil que las cosas te lleguen con la fuerza de antes: no somos otros, nunca lo somos, pero hay lugares que ya están cubiertos, músicas que te llevan a donde ya has estado, pero también hay lugares por los que pasaste sin prestar la atención debida, y ahora se presentan como nuevos mundos.
«Hay muchas músicas en las que he entrado ahora desde un esfuerzo intelectual: cuando tenía veinte años, si algo no me entraba, no me entraba, y ya está. Me ha pasado con el flamenco, con músicas tradicionales. Ahora tengo música que me toca, y otra en la que me ha costado entrar y me ha aportado muchas cosas y que me ha llegado a tocar, quizás de otra manera. Antes las canciones se te quedaban de una manera más visceral, estabas en un garito a las cuatro de la mañana, enamorado, y sonaba esa canción y se te quedaba dentro para toda la vida, ahora llegan de otra manera».
«Antes las canciones se te quedaban de una manera más visceral, estabas en un garito a las cuatro de la mañana, enamorado, y sonaba esa canción y se te quedaba dentro para toda la vida, ahora llegan de otra manera».
La tormenta se va calmando fuera, los arbustos ya están casi quietos, la conversación se va hacia los gustos musicales, discutimos sobre Oasis, no diré quién los defiende y quién no. Le cuento que yo vengo de los cantantes melódicos, eso era lo que me tocaba, y desde donde empecé a hacer canciones. Él me cuenta que ha estado en el concierto de Miguel Ríos y que fue interesante comprobar que somos la primera generación que renunciamos a hacer música para bailar, que ya a nadie se le ocurre hacer un rock and roll para bailar.
Hablamos de la importancia de la letra, del castellano, de encontrar un lenguaje propio, de nuestra admiración por El Último de la Fila y del paralelismo que encuentro con Vetusta Morla en el sentido de llegar a ser un fenómeno de masas desde una complejidad y una personalidad intransferible. También compartimos la certeza, esta sí inamovible, de que aprender a tocar haciendo canciones es clave. Hablamos de música que, al fin y al cabo, es lo que nos ha traído a estar aquí, uno en Formentera capeando un temporal y otro en Madrid escondiéndose del calor que viene del desierto.
Llevamos hablando casi dos horas y me quedaría otras cinco. El discurso de Guille abre puertas. El fondo y la forma hacen que sea sencillo llegar a muchos lugares y detenerte a observarlos desde un lugar sereno y firme. Sus certezas tienen la fragilidad justa. He disfrutado muchísimo y he aprendido mucho también. Ojalá pronto volvamos a vernos y volvamos a cantar juntos como aquella tarde en Córdoba. «Arena y romero» o la canción que él quiera. O la que nos salga.
La primera vez que escuché hablar a Guille fue por la tele. Estaban recibiendo un premio MIN y al recogerlo, en los agradecimientos y dedicatorias, se lo dedicaron a todos los grupos que están empezando. Ese detalle me pareció hermoso y definitorio. Y de hecho, años después, cuando el Ayuntamiento de Getxo nos dio un premio por nuestra trayectoria, les copié la dedicatoria.
(Puedes consultar aquí la primera parte de esta charla)